En el Evangelio de San Juan aparece la frase del título. El término logos suele ser traducido por palabra o verbo. Parece que su raíz estaría en el indoeuropeo y tendría un sentido aproximado a "recoger con criterio", "seleccionar". Esta acepción es más filosófica, pues verbo suele referirse al designio que ha de cumplirse; se trata de Jesucristo que "se hizo carne y habitó entre nosotros", se hace hombre para representar a Dios ante los creyentes. Resulta curioso comprobar cómo la religión traduce sesgadamente este concepto para ajustarlo al dogma cristiano.

Cuando en clase tratamos del periodo histórico conocido como el paso del mito al logos, intentamos hacerlo con muchos ejemplos de la vida diaria, así facilitaremos la comprensión de este proceso clave en nuestra cultura occidental. Se da en torno al siglo VII a.C. y puede resumirse como la superación de una mentalidad basada en respuestas tradicionales, sustentadas en mitos y formas religiosas, por una manera de pensar que se fiaba más de la observación y de la búsqueda de una explicación racional al porqué de las cosas. Se trataba de elegir las soluciones más unidas a los hechos. Siempre hemos necesitado saber y de una u otra forma hemos buscado quien atendiera nuestras preguntas. Si llueve es porque los dioses lloran la impiedad de los hombres o porque una corriente de aire frio condensa el vapor que forma las nubes, generando gotas que por su peso se precipitan sobre el suelo. Por naturaleza buscamos explicaciones, mítico-religiosas o filosófico-científicas. El logos alude a estas últimas, pues filosofía y ciencia arrancan de una misma disposición racional: el pensamiento reflexionado, la palabra meditada y la búsqueda de sentido.

Animado y sorprendido por la oferta del centro de formación de profesores de Benavente, me inscribí en un curso de oratoria. Lo impartió el periodista de Antena 3, Ángel Negro. Demostró una solvencia comunicativa notable, fue didáctico, cercano y sincero. Nos enseñó estrategias de expresión oral y cómo despertar y mantener el interés de los alumnos en clase. Con una simpática práctica comprobamos la importancia del lenguaje corporal. Tuvimos ocasión y reflexionar en grupo sobre las nuevas formas de comunicación exitosas en torno a internet y sus recursos. Nos advirtió, con mucha razón, del esfuerzo que debemos hacer para superar el choque generacional - en este curso el profesor era mucho más joven que el alumnado - so pena de vernos superados por la realidad que las redes sociales exhiben cada día, así como de la necesidad de empatizar con adolescentes y jóvenes que viven y se relacionan de un modo muy diferente a como se hacía veinte años atrás. Valoramos la importancia de ayudar a los alumnos en el aprendizaje de la oralidad. Deben ser capaces de expresarse en público correctamente. Tenemos que hablar en clase mucho más de lo que lo hacemos, después de pedir la palabra ¡claro! Estamos olvidando la importancia del relatar, así como del escuchar. Hay que sacar a chicos y chicas del ensimismamiento que provoca el móvil. La escuela, el instituto y las familias no pueden abandonar esta tarea, estamos obligados a darles la palabra, a instarles a que nos cuenten lo que piensan y a que lo hagan correctamente. Me duele comprobar que les cuesta mucho expresar una opinión fundada o rebatir otra con la que no están de acuerdo. Pocos consiguen articular un discurso convincente.

Cuando miro a los triunfadores de la comunicación en Internet me asusto. Me dicen que El Rubius es un youtuber con más de 30 millones de suscriptores en su canal de You Tube y más de 11 millones de seguidores en Twitter. Trato de ver por qué, entro en su canal y veo alguno de sus vídeos. Me repugnan y no sé qué decir. En uno de ellos, un juego abierto en el que comenta lo que pasa, se ríe de una mujer a la que ata y coloca sobre las vías de un tren para que este le pase por encima. Muy desagradable y amoral. ¿Pero qué principios orientan la vida de este impresentable? ¿y la de sus seguidores?

Estoy convencido de que cuando nos habituamos a la violencia y a la incomunicación en la vida virtual, estamos abocados a vivir una vida real en la que aceptaremos esos comportamientos como normales. Creo que estamos dando la espalda a una realidad de consecuencias imprevisibles. Hemos perdido la palabra, el logos, las redes sociales están destruyendo la capacidad para empatizar y se han convertido en la tumba de la verdad, porque vacían de contenido todas las palabras. Con todo, lo más grave es que hacen imposible la política y, sin ella, sólo queda la barbarie, el odio. Lo decía en una entrevista Pepe Mujica, expresidente uruguayo y referente de honradez cívica: "El odio es antipolítico. No vas a ganar a nadie odiando. Hay muchos que se quedan prisioneros del odio". Pertinente advertencia en estos tiempos de plomo.

El periodista Ángel Negro afirmaba que la clave para comunicar bien era la honestidad, que todo lo demás era secundario. Me parece que esta virtud nos acercará al deseado logos.