Deberíamos escribir una carta a los importantes organismos europeos tan preocupados por las cifras del déficit y de la deuda pública de España para decirles que Zamora cumple con creces, mejor dicho con decreces.

Cumple tanto que prácticamente los doscientos cincuenta ayuntamientos, entre ellos los tres más grandes, y la Diputación han acabado con las descomunales deudas de la estafa de la crisis y acaban el año con dinero contante y sobrante, con superávit.

Los zamoranos somos cumplidores, en parte a la fuerza y en parte por colaboradores, por ser gente de orden y de bien. Y no solamente cumplimos en el ayuntamiento de cada ciudad y cada pueblo, sino que además ayudamos con nuestro dinero a que otras instituciones más derrochadoras reduzcan un poco sus déficits y maquillen sus cuentas a costa de nosotros.

Así los zamoranos estamos pagando a través de la Diputación casi tres millones y medio por los servicios sociales que tenía que pagar la comunidad autónoma como la ayuda a domicilio, la residencia de mayores de Toro, la guardería de Benavente -que sigue llamándose así aunque sea una escuela infantil- y la atención a enfermos mentales.

Además también ahorramos a la Junta con carreteras como la de Porto, que era una pena ya cuando fui de maestra en mi primer destino como tal con veintidós años, y que hoy a punto de jubilarme sigue igual, o sea, peor. O con la falta de médicos en la Alta Sanabria, donde en la misma lejana fecha se tardaba hora y media en llegar de Porto a Hermisende o a Lubián y viceversa, para ser atendidos en caso de urgencia. Eso sí, entonces no había teléfono fijo y ahora no hay cobertura para móviles, que no vamos a ser derrotistas?

Y no digo nada de lo que estamos ahorrando a las cuentas del Estado con la falta de acceso a Internet, la falta de cobertura para los teléfonos móviles, la reducción de los carteros rurales, el cierre de cuarteles de la Guardia Civil y hasta falta de curas para decir misa.

Además pasa en todos los pueblos de Zamora, por lo que parece que no tiene color político. O sí. Porque tiene el color de las políticas de los que gobiernan en España y en Europa y el de sus súbditos cobardes que se callan en cada localidad -los peores para hacer carrera política- que han decidido no gastar en las instituciones más cercanas al pueblo, los ayuntamientos, que por estar cerca son más sensibles a las necesidades de la gente, aunque solo sea porque las conocen y las sufren. Y porque conocen a los vecinos ante quienes tienen que dar la cara por los déficits en los servicios y por el déficit humano.

Los zamoranos ahorramos aunque ni tengamos de qué, porque las pensiones y los sueldos son los más bajos de España y el paro de los más altos, ni tengamos dónde porque han desaparecido hasta las sucursales bancarias de los pueblos.

Ahorramos a la fuerza porque han impuesto a los ayuntamientos un techo de gasto que no se puede superar en las inversiones necesarias, y mucho menos aún en la creación de puestos de trabajo.

Así que tenemos las manos atadas por las políticas impuestas desde el Estado que no nos deja gastar de lo nuestro en nuestras necesidades. Y la boca callada porque los alcaldes lacayos de los ayuntamientos lo justifican como si la emigración de los jóvenes y la pérdida de población fuera una fatalidad del destino que no se puede cambiar.

Tras mil zamoranos menos al año -los mayores porque se mueren, los pequeños porque no nacen y los medianos porque se van- es una cifra que debería asustarnos porque nos da como territorio una vida de cincuenta años con una simple división matemática.

Pero en lugar de saltar las alarmas entre los gobernantes de cualquier institución, lo que nos proponen es hacer un congreso más sobre despoblación para aumentar nuestro pesimismo ante la fatalidad, o llevar a cabo actuaciones como las de la capa alistana para dar que hablar y entretenernos.

Menos mal que con lo de la capa a los famosos y poderosos del mundo y de la patria española, se está descubriendo lo que la verdad de la capa oculta y dando a conocer indirectamente la realidad de esta tierra que desaparece, y del valor de las gentes que se resisten al olvido y a la desaparición de sus raíces y sus valores, entre los que destaca esa capa como herramienta de trabajo de los más pobres que alistanos como Tomás Blanco ha reivindicado en este diario, "No en mí nombre", y que Teo Nieto ha bendecido con sus palabras en misa, "¿Cómo cubrir la desnudez de esta tierra?"

Desde los ayuntamientos de Zamora mandemos un mensaje a los que deciden las políticas que nos llevan a la desaparición: no en mi nombre, no en el de mi pueblo, no en el de mi ciudad.