El título de este artículo corresponde a un fragmento de unos versos de Hermann Hesse, y viene a cuento sacarlo a colación porque, a veces, actuamos como los árboles, con egoísmo individualista, ya que pensamos que si nuestras raíces son fuertes, nuestras ramas, posiblemente, llegarán a ser enérgicas. Pero actuando de esa manera, ignoramos lo que les ocurre a los demás árboles, y consecuentemente lo que sienten, y lo que nos pueden llegar a transmitir. Comportarse como un árbol no parece una opción muy inteligente. Pero ello no es óbice para que algunas veces actuemos de esa manera, ya que pretendemos que no nos digan aquello que más nos puede llegar a molestar.

"No ve el árbol los otros árboles. Cada uno está solo", como cualquier persona que prefiera ignorar a la naturaleza, sin querer ver que es la "fuente natural de su propia vida" y que el hombre es su principal destructor.

Y es que el hombre es el ser vivo que más altera los ecosistemas, el único responsable de la polución, de las aguas contaminadas por las industrias, de la deforestación de las selvas, de los vertidos de petróleo en los mares, del secado de los humedales, de la basura, de las guerras. Por eso no está de más reflexionar a ese respecto.

Hace unos días hemos podido leer en este periódico que un grupo de submarinistas y voluntarios habían extraído del lago de Sanabria una cantidad importante de basura en forma de" ruedas de automóvil, botellas, latas, envases, ropa de baño, colillas y bolsas de plástico" - cito textualmente lo publicado - Ese grupo de amantes de la naturaleza ha realizado esa función porque aquel día se celebraba el día mundial que pretende sacar a la luz la perversidad del género humano en lo que se refiere a su comportamiento con la naturaleza. En este caso concreto respecto a un paraje considerado por la UNESCO como Reserva, como lo es nuestro Lago.

Se puede llegar a ser más depredador, pero más puerco y descerebrado que quienes han lanzado tanta inmundicia a las aguas del lago más preciado de España, parece imposible. No se puede llegar a creer que alguien sea tan ignorante como para no reconocer la excelencia de un bien natural como ese.

Es lamentable que haya tenido que salir a la luz este problema, de sobra conocido, debido a la iniciativa - repetida por séptima vez - de un grupo de defensores de la naturaleza que han dedicado parte de su tiempo a extraer parte de la basura que los terroristas medioambientales lanzan grosera y torpemente a sus aguas. Y más lamentable aun que lo que han sacado, muy probablemente, sea solo una muestra de la gran cantidad de residuos vertidos a lo largo de los años, con la mayor impunidad.

Es también una torpeza, porque de seguir actuando de tal manera esa mala hierba dentro de pocos años no podrán seguir haciéndolo, ya que aquel paraje se habrá transformado en un basurero.

De nada sirve ser patrimonio de nada, ni reserva de alguna cosa, si no se arbitran medidas que hagan cumplir sus principales objetivos, como son la investigación y la difusión, que lógicamente llevan implícita la conservación. No estaríamos descubriendo nada si dijéramos que las reservas de la biosfera son para eso, para - según dicen los expertos - dividirla en tres zonas interrelacionadas que denominan núcleo, tampón y transiciones y, en función de cada zona, realizar actividades no perturbadoras, y en última instancia promocionar el turismo ecológico, que no es precisamente el de lata de sardinas que, por lo visto, parece darse por aquellos parajes.

De manera que urge replanificar los accesos al Lago, prohibir las comidas en sus proximidades, y explicar y hacer cumplir las normas que han de imperar para su conservación. Replanificar las zonas de alojamiento, y de hostelería, así como los circuitos y zonas visitables, es una necesidad imperiosa.

Mientras haya un solo vándalo que le parezca normal arrojar ruedas de automóvil a las aguas del lago sanabrés, difícil será convencerle que debe aplicarse crema solar biodegradable antes de bañarse en sus aguas. Y es que tenemos que mirar a todos y no solo a nosotros mismos, sobre todo si la imagen que nos da el espejo es la de un terminator con un cerebro desprovisto de neuronas que ignora que está atacando precisamente a lo que le hace mantenerse vivo, como es la naturaleza.