Quizá hayan oído hablar del síndrome de la rana hervida. Lo popularizó en su día Al Gore, exvicepresidente de EEUU, en su batalla para concienciar sobre el cambio climático. Pero es una poderosa metáfora que sirve para explicar también otros fenómenos. Dice el síndrome que si metemos una rana en un cazo de agua hirviendo, esta saltará para escapar; pero si llenamos el cazo de agua fría, metemos la rana dentro y lo ponemos a fuego muy lento, la rana, tan tranquila, irá ajustando su temperatura corporal a la del agua. Solo cuando el agua esté a punto de hervir y la rana no pueda aumentar más su temperatura, intentará salir del cazo. Para entonces, sin embargo, habrá gastado todas sus energías en adaptarse al aumento de calor, no le quedarán fuerzas suficientes y perecerá hervida.

Me parece que ese experimento refleja a la perfección lo que nos está pasando con la Sanidad -y con otro servicios públicos-. Los recortes que año tras año van debilitando el servicio no se perciben en el acto de modo significativo. Por eso han durado y duran tanto sin que "demos un salto" fuera del cazo, sin que nos rebelemos contra uno de los expolios más peligrosos de cuantos sufrimos. Un o una médico menos se suple sin mayor problema. La ausencia de un enfermero, de una celadora, de quien nos atiende en las oficinas hospitalarias, puede provocar disfunciones puntuales, pero es apenas perceptible para el usuario ya que el "cuerpo" hospitalario se adapta y, mal que bien, va cubriendo esas deficiencias. Es un lugar común, por archirepetido todos estos años, que seguimos teniendo una gran Sanidad gracias exclusivamente a los profesionales que multiplican sus esfuerzos para que la atención decaiga lo menos posible pese a la progresiva reducción de medios materiales y sobre todo humanos. Pero todo tiene un límite y si no se detiene el fuego de los recortes, el punto de cocción o colapso o imposibilidad de más adaptación y sacrificio de quienes quedan, acaba por llegar.

Da la impresión de que ya ha llegado. Los primeros en "saltar" o en intentarlo están siendo los paisanos y paisanas de los pueblos. La Sanidad rural, que nunca llegó a ser lo que esperábamos, va quedando reducida, recorte tras recorte, a su mínima expresión. Y hace ya algún tiempo que, gracias a las Plataformas o Movimientos en Defensa de la Sanidad Pública, se está dando en ese ámbito una poderosa voz de alarma: no cabe un recorte más, es imprescindible su reversión o los pueblos morirán en un sentido trágicamente literal. Pero en la capital de la provincia, que concentran los mayores recursos sanitarios, la perspectiva no es mejor. Números al margen, cualquier paciente o usuaria de la Sanidad percibe que el punto de ebullición se está alcanzando en cuanto lo ingresan o va a ver a un familiar o tiene que pasar por el otrora ejemplar Servicio de Urgencias. Los profesionales, exhaustos, no dan más de si, por mucho que se multipliquen. Se nota que falta gente -y medios- en todos los servicios, turnos y especialidades. Como todo ha sido muy lento, paulatino, apenas hemos sido conscientes del deterioro de la gran Sanidad que la anterior generación puso en pie en este país. Pero no parece que esto aguante mucho tiempo más con los "gestores" actuales, que desde el gobierno autonómico han convertido en religión el ahorro en lo esencial mientras despilfarran en lo accesorio.

¿Seremos como la rana y nos dejaremos cocer? ¿Permitiremos que la Sanidad, una día entre las mejores del mundo, colapse de modo irreversible? Hay que seguir levantando la voz, hay que oponerse, hay que protestar, hay que exigir que se recuperen plantillas decentes para todos nuestros servicios sanitarios, hay que defender con uñas y dientes lo mejor que tenemos. Pero para saltar del cazo y apagar el fuego, lo sustancial es acabar con políticas tramposas que venden como austeridad lo que es expolio de la mayoría, en beneficio de los poderosos. Los recortes hay que aplicarlos a quienes tienen más dinero de la cuenta y no a los desposeídos, ni a los de nómina o trapa. La clave es derrotar en las urnas a los partidos que siguen defendiendo los recortes sanitarios, educativos y sociales, en nombre de una austeridad que nunca alcanza a los obscenos beneficios de los emporios bancarios, eléctricos, de telecomunicaciones y multinacionales. Como dijo aquel multimillonario americano (Warren Buffet), esto es una guerra y los de abajo la vamos perdiendo por goleada. Nos cuecen porque los votamos.

(*) Secretario de Organización de Podemos Castilla y León