Ayer volví a escuchar "Respect" y me volví a emocionar. El amor, la oración, el deseo, la alegría, la desesperación, el éxtasis, el feminismo y el poder negro. Todo está ahí. Es difícil, por no decir imposible, encontrar a alguien que como Aretha Franklin haya sabido reflejar tan bien el grito de su tiempo.

Cuando le preguntaron a la gran Sarah Vaughan, entonces una auténtica diosa, si había escuchado cantar "Skylark" a aquella jovencita que era Franklin, respondió sin dudarlo: "Sí, en efecto, y no volveré a cantarla jamás". Nadie ha interpretado con el mismo sentimiento y desgarro la vieja canción, compuesta por Johnny Mercer y Hoagy Carmichael. Otra de las grandes divas del soul, Etta James, se tiraba contra las paredes al oírla saltar las octavas. Sus gritos eran encendidas plegarias, sus fraseos sugerentes invitaciones. Me gustaría conocer a alguien, si es que existe, capaz de permanecer quieto cuando escucha "Chain of Fools".

Aretha Franklin ha muerto a los 76 años después de haber representado durante décadas esa doble expresión del sentimiento trágico y también festivo estadounidense. No era sólo América hablándole a los negros, era la reina del Soul hablando para todas las almas. De manera más enérgica y para todos los públicos, si se la compara con Bessie Smith o Billie Holiday. Llevó el soul con la fuerza de un calambrazo al cuerpo, librándolo de la carga exclusivamente íntima del blues. Pero guardaba sus momentos para la plegaria atendida, cuando cantaba por ejemplo "Amazing Grace". Era hija de un reverendo negro, y por eso aspiraba a conquistar todas las almas. Todas.