Al Gobierno de la moción no le están saliendo las cosas como esperaba el presidente de la moción. Los independentistas, con quienes pactó, se están revolviendo en sus escaños y empiezan a amenazar, que vergüenza, con retirar su confianza al presidente que algo en firme debió prometerles para conseguir su apoyo. Espero y deseo de corazón que Pedro Sánchez no olvide que, de momento, es el presidente de todos los españoles, y no sólo de los independentistas de Torra, Puigdemont, Tardá, Junqueras y compañía.

No puede haber más frentes abiertos. El de la inmigración masiva y violenta que se ha metido por la fuerza en territorio español; el de la exhumación de los restos de Francisco Franco Bahamonde, el personaje histórico favorito de Sánchez; el de aquellos que le reclaman todo lo reclamable en función de su apoyo para la investidura; los escraches a jueces y magistrados y ahora, también, lo del taxi. Vamos de follón en follón y tiro porque me toca. Y lo del taxi, que empieza a ser preocupante, está dejando tocada a la gallina de los huevos de oro, el sector por antonomasia: el turismo que empieza a mostrarse mosqueado.

El sector del taxi exige licencias urbanas para los VTC y tras varios días de conflicto abierto, en algunos casos brutal, el Ministerio de Fomento ha movido ficha y se ha reunido con las principales organizaciones del sector para intentar solucionar el problema a través del diálogo. Siempre he creído en el diálogo como vehículo de entendimiento. Lo malo es cuando una de las partes pone excesivas condiciones y no quiere sentarse a dialogar. Estoy pensando en los independentistas y en los más radicales del sector del taxi.

A Pedro Sánchez todo esto le trae al pairo. Son sus ministros los que están dando la cara en todo. Curiosamente, el presidente de la moción tiene una forma muy peculiar de quitarse los muertos de encima, de no comerse un solo marrón. En el caso del taxi la propuesta gubernamental pasa por transferir las competencias para conceder licencias de VTC a las comunidades, mientras que los taxistas quieren que la última palabra sea de los Ayuntamientos. Solucionar los problemas no pasa por transferirlos. Entonces sí que los agravios comparativos van a estar a la orden del día. Porque cada comunidad autónoma se rige por criterios propios y no prestados o tomados de aquí y de acullá. Cada comunidad hará al respecto lo que más convenga a sus intereses y encima el Gobierno de la moción no podrá ejercer de mediador. La solución ha sido suya.

Es vergonzoso lo que Pedro Sánchez está haciendo. Alguien me ha dicho que mientras todo esto se resuelve, el presidente de la moción se ha ido de vacaciones con su gentil esposa. Ahí ha dejado a sus ministros para que le saquen las castañas del fuego. Por cierto, ahora que Mariano Rajoy es historia, los ministros socialistas la empiezan a tomar con Pablo Casado a quien ya han convertido en eje sobre el que hacer girar sus arengas. Da la sensación de que estuvieran preocupaos ya que el 'efecto Casado' está impulsando, y de qué forma, al Partido Popular. En principio se ha frenado la caída y en una semana han subido más de 1,5 puntos.

Por el camino que va, el de la complacencia, el Gobierno de la moción no va a contentar a nadie y porque en el caso del taxi, el problema no se soluciona transfiriendo la competencia. Los follones están asegurados.