EEl 27 de este mes de julio se inaugura la II Jornada de la Cultura en Villalba de la Lampreana, que continuará el día 28 del mismo mes y del 2 al 4 de agosto. Se abordará la historia, el folclore, la música, las tradiciones y el uso de palabras propias del pueblo y de la comarca de la Pan-Lampreana. Esta iniciativa, impulsada por Ángel Álvarez y Mercedes Alonso, es una prueba de que el descenso de la población en los pueblos no implica olvidar ni la historia ni la cultura rural. Villalba, que es un pueblo eminentemente cerealista, cuenta actualmente con unas 250 habitantes; llegó a tener 987 en 1950, antes de producirse la gran emigración hacia las zonas industrializadas.

No se trata solo de recordar el pasado, sino sobre todo de valorarlo y no dejarlo morir o arrojarlo por las cloacas del desánimo. Villalba fue siempre un paso por delante en la Tierra del Pan en incorporar a las faenas agrícolas las últimas innovaciones. Allí nació Pedro Álvarez Gómez, que recorrió con su "pierna charela" -una expresión propia de allí- las tierras lampreanas. Su talento literario es incuestionable y está estrechamente vinculado al léxico y a las palabras genuinas de la zona, como se puede comprobar en sus libros Los chachos, Nasa y El vivir humilde. El catedrático de literatura y crítico literario español José María Martínez Cachero ha considerado a Pedro Álvarez como uno de los cinco mejores autores contemporáneos narrativos, al mismo nivel que Camilo José Cela, Rafael García Serrano, Miguel Villalonga o Juan Antonio de Zunzunegui.

No existe en la comarca de la Lampreana un habla especial, pero tiene de singular mantener vivos algunos vocablos de raigambre asturleonesa. Lingüísticamente, la Tierra del Pan se enmarca en la raya de la zona de transición del asturleonés y más concretamente en la del castellano con restos leoneses. Existen otras palabras que se han resistido a ser absorbidas por el castellano. Por ejemplo, por allí se dice "muradal". Joan Corominas explica que primero se dijo muradal (fuera del muro) y después muladar, que es la palabra que recoge el Diccionario de la Lengua Española y también Sebastián de Covarrubias en 1611. Sin embargo, el arcipreste de Hita en su Libro del buen amor emplea muradal, o sea, unos trescientos años antes.

Es curioso que entre pueblos que conforman la Pan-Lampreana no se usen siempre las mismas palabras, ni siquiera para designar los aperos y otros útiles de labranza. En Villalba, según me han comentado Ángel Álvarez y Mercedes Alonso, emplean algunas palabras desconocidas en Pajares. Además de relámpago (gancho), picatoña (juego parecido a lo que en Pajares llaman bigarcia), barbuquejo (cinta para sujetar el sombrero bajo la mamola; en Salamanca dicen barbijo), garifota (juego con un huevo podrido cubierto de tierra) y berbajas, berros pequeños. Esto quiere decir que existen palabras propias incluso en pueblos muy próximos, lo que hace más rica el habla de todos ellos.

Creo que el Diccionario de la Lengua Española debería dar entrada a algunas palabras de uso común en la Tierra del Pan e incluso en la Tierra de Campos, como acochar (mecer al niño en brazos), arrollón (acción de arrollar la ropa, relavarla con jabón y agua sobre la tabla después de estar algún tiempo tendida al sol; arroñarse (derrumbarse algo, una pared o una casa); asnales (cestos altos y grandes de mimbre que se usaban para la vendimia); asobradar (poner tarima al sobrao; el Diccionario de la Lengua Española trae sobradar); marranero (que compra y vende marranos). La palabra marranero no la recogen ni el Diccionario de la Lengua Española, ni María Moliner. El Diccionario de la Lengua Española sí incluye porquero, pero como persona que guarda los puercos.

También el Diccionario de la Lengua Española debería recoger nuevas acepciones de otras palabras propias de la Tierra del Pan: barrila (botijo con boca y pipiriche, en castellano llamado pitorro); berrazas (verdín que se cría en las lagunas, tipo algas). El Diccionario de la Lengua Española las define como berro crecido y talludo. Manuel Seco dice en su Diccionario del Español Actual que berraza es una planta herbácea común en las orillas de los remansos de los riachuelos, con hojas anchas y flores blancas. Documenta la palabra con un artículo de Pedro Álvarez publicado en La voz de Castilla, de Burgos, el 26 de junio de 1969: "Cencerras que ahogaban su vibrar en el agua al abrevarse las ovejas y sacar de su relax a las ranas espatarrajadas en el claro de las berrazas".

De todo esto -y mucho más- se hablará en la II Jornada Cultural de Villalba de la Lampreana, un pueblo que quiere mantener vivo su pasado reciente sin alharacas, pero con el orgullo de poseer una cultura singular que no quiere desaparecer.