Exigir está de moda. Ya nadie pide. Todos exigen. Todos se muestran exigentes con el nuevo Gobierno. Algo debe hacerles pensar que el nuevo Gobierno va a claudicar, que el nuevo Gobierno va a ceder a las pretensiones varias de los exigentes. Exigen los nacionalistas vascos. Exigen los independentistas catalanes. Exigen los sindicatos. Exigen Policía y Guardia Civil que se cumpla la promesa de equiparar sus exiguos sueldos a los de las policías autonómicas, promesa que al parecer el PSOE ha "derogado" y, entre otros muchos colectivos y personas a título particular, exige la eximia Ada Colau.

No pierden ripio. Quieren conseguir el máximo de lo que han dado en considerar debilidad del Gobierno de España y se van abriendo paso a codazos en su afán exigente. La Colau, con esa sonrisa meliflua que no le abandona cual desodorante contumaz exige a Sánchez un acercamiento de los presos independentistas a cárceles de Cataluña. Lo que le ha oído a torra y demás secesionistas que no van a cambiar su opinión ni con diálogo ni sin él. Por mucho que la ministra Batet diga lo que le convenga en cada momento para luego verse obligada a rectificar.

La Colau tiene la Ciudad Condal manga por hombro, pero eso es lo de menos. Lo importante es hurgar en la política nacional. A la política municipal que le den por el saco. Cuan poco valoran la política local. Presidentes, ministros, diputados, senadores, secretarios de Estado, todos deberían pasar, antes de ocupar responsabilidades nacionales por el ayuntamiento de su ciudad, les da una visión completamente diferente de la política, les ayuda a ser mejores políticos, salvo aquellos, claro, que llevan el gusano de la corrupción y otras figuras iguales cosidas a sus trajes.

Por pedir, la Colau ha pedido al gobierno de la moción que se implique en la Acogida de refugiados. Y vaya que el gobierno de la moción le ha hecho caso. Ahí está la oferta de Sánchez al buque Aquarius, tras el rechazo de Italia y Malta. Es curioso que la Colau le haga sugerencia al presidente del Gobierno de España y no haga lo propio con el presidente del Gobierno de su comunidad autónoma. Lo lógico es que predique con el ejemplo y sea Barcelona, ciudad costera la que se convierta en ciudad de acogida. Pero, no, se había pensado en Valencia.

La ínclita Colau ha hecho públicas estas exigencias en Madrid, durante un desayuno informativo organizado por Nueva España Fórum que ha sido presentado por la alcaldesa de Madrid, otra que tal baila, Manuela Carmena. No creo que en Madrid estén necesitados de lecciones de ningún tipo por parte de esta señora que ha demostrado con creces su sectarismo, que ha incitado al odio, que ha provocado a las Fuerzas Armadas españolas a las que ha prohibido su presencia en certámenes celebrados en su ciudad que gobierna como si de su masía se tratara.

Cómo Sánchez tenga que atender tantas exigencias no hará otra cosa a lo largo y ancho de su mandato. Lo que tiene que hacer es gobernar para todos los españoles, nunca por impulsos, desterrando las leyendas negras que pesan sobre su gobierno y que por el momento nadie ha tratado de desmentir.