En una de las dolorosas expurgas, por falta de espacio, de mi biblioteca, a punto estuve de prescindir de un tesoro bibliográfico; se trata del catálogo de la exposición, organizada en 1991, por El Ministerio de Cultura, La Junta de Castilla y León, y la Universidad de Salamanca, titulada: "El siglo de Frai Luis de León. Salamanca y el Renacimiento". Es un tomo de más de 400 páginas profusamente documentado e ilustrado, para hacernos idea del siglo XVI en que Salamanca brillaba con mentes tan preclaras como Fray Luis de León, pero también con otras estrellas del pensamiento y de la ciencia como Francisco de Vitoria, Nebrija, Beatriz Galindo, la latina, Melchor Cano, El Brocense, Arias Montano etc. La exposición reunía documentos originales importantísimos y curiosos, como los referidos al proceso inquisitorial del sabio agustino, libros, cartas autógrafas de reyes y gente que tuvo relación con fray Luis y la Universidad, así como cuadros, tallas artísticas y objetos de la época con la impronta renacentista; en este sentido pudimos ver un cáliz de plata sobredorada y cristal de roca perteneciente a la iglesia de San Pedro y San Ildefonso, de Zamora.

Para los amantes de la literatura española Fray Luis es imprescindible referencia a la hora de hacer altares de genios como el que ya le dedicaron Lope de Vega, Cervantes y Quevedo, con rendidas palabras de admiración. Sobran pues, aquí, palabras de elogio y se trata de disfrutar de su letra tanto en poesía como en prosa. De la primera, y al hilo de la fiesta de la Ascensión, recordamos la famosa "Oda" que, releyéndola, me llevó a conectar metáforas y versos con imágenes que a veces uno encuentra de manera sorpresiva; me refiero al cuadro "Campos de Chartres". No es difícil reconocer conexiones entre esta bella estampa de la campiña francesa y la llanura castellana, con Fray Luis por medio. A golpe de ojo, pudiera parecer una vista de ciudades castellanas como Burgos o León, pero se trata de Chartres, cuna del gótico, con su esbelta catedral elevándose sobre el paisaje, en erguida ascensión de piedad y piedra. El cuadro está pintado desde el campo, tomando un punto de vista elevado que recoge en primer término un rebaño de ovejas retornando a los corrales. Para mi, esta pintura es inmejorable escenario para ver y oir la Oda de Fray Luis a la Ascensión del Señor: ¿Y dejas, Pastor santo,/ tu grey en este valle hondo,/ escuro con soledad y llanto;y tu, rompiendo el puro aire,/ ¿te vas al inmortal seguro?

La representación de Cristo como buen pastor, es antigua, incluso anterior a la de crucificado, pues ya aparece en los frescos de las catacumbas. A Frai Luis le es muy grata esta denominación del Señor y la incluye en el poema tanto por tradición religiosa como por su querencia por la vida en contacto con la naturaleza "lejos del mundanal ruido", versos que a su vez pertenecen a la conocidísima "Oda a la vida retirada". Muchos que estudiamos en Salamanca tuvimos la curiosidad de acercarnos a visitar el espacio natural donde ese poema y otras composiciones del sabio profesor tuvieron inspiración: "...del monte en la ladera, por mi mano plantado tengo un huerto..."

Así pues, los campos de Chartres, leyendo la Oda a la Ascensión, se transmutan en el campo charro, donde no faltan rebaños de ovejas ni catedrales; Salamanca tiene dos: una románica, la vieja, y otra, la nueva, con fachada plateresca. Leemos la Oda y nos hacemos la composición de lugar ayudados de la pintura que comentamos. Un hermoso paralelismo de pintura y poema, una rima artística que no deja de sorprender, a pesar de la distancia de ambas obras de arte relacionadas, en espacio y tiempo. Y como si de un guiño secreto del pintor se tratara, vemos una nube que cruza suavemente en diagonal el cuadro: ¡Ay, nube, envidiosa/ deste breve gozo. ¿qué te aquejas?/ ¿Dó, vuelas presurosa?/¡Cuán rica tu te alejas!/.

Después de estas curiosas concordancias entre pintura y poema también apreciamos una pequeña disonancia entre cuadro y texto: el lienzo transmite paz y serenidad al atardecer, cuando el sol se va, mientras que la Oda respira una inquietud casi angustiosa por la marcha del Señor al cielo. De todos modos tanto el contraste como las semejanzas descritas son apreciaciones subjetivas que invitan a rezar y jugar, si se quiere, con dichos paralelismos estéticos que al alma tanto benefician, como la buena música, de la que también era amante Fray Luis expresándolo en otra oda a su amigo Salinas : "El aire se serena/ y viste de hermosura y luz no usada..."

Me permito un consejo para dar término a estas líneas: Lean al autor de la oda a la Ascensión con música de fondo de Juan de Fermoselle, conocido como Juan del Encina, verán que música, pintura y literatura les eleva al cielo.