Me contaba una vez un amigo mío, católico de verdad, lo mal que lo pasó cuando su hijo pequeño le preguntó: "Oye, papá, me han dicho en la escuela unos niños que los Reyes Magos no existen, que son los padres. ¿Es verdad que no existen?". Mientras mi amigo le explicaba la verdad, el niño lo miraba con lágrimas en unos ojos como platos y, al terminar, replicó haciendo un puchero: "Papá, ¿entonces, lo del niño Jesús, la Virgen María y Dios también es mentira?". Y entonces el que casi llora fue mi amigo.

El otro día leí en un periódico progre un estudio muy interesante que se preguntaba por qué los niños creen en Papá Noel y los Reyes Magos. Frente a la idea del ateo Richard Dawkins, que proponía que los niños son crédulos por naturaleza y propensos a creerse casi cualquier cosa, el estudio afirmaba que "los niños no son irreflexivamente crédulos y no se creen todo lo que les contamos. Por tanto, los adultos tenemos que inundarlos de pruebas". La clave parece estar en el empeño que ponen los adultos en mantener el mito. Así, hablamos de Papá Noel y Baltasar como de alguien real, compramos regalos a escondidas, bebemos el vaso de leche o mordisqueamos la galleta que ofrecen esa noche, vamos a ver cabalgatas (este año con transexuales incluidos), hay un servicio de Correos de mensajería especial para niños, e incluso las televisiones hablan en el telediario de la llegada de "Sus Majestades de Oriente?". Y, si hace falta, hasta nos subimos al tejado y entramos por la chimenea, todo con tal de que nuestros pequeños no pierdan la ilusión y la magia, manteniendo el mito durante todo el año con frases del tipo: "Si te portas mal, los Reyes, que lo ven todo, no te traerán nada".

Un estudio más interesante versaría sobre las causas de por qué una sociedad (post)cristiana pone tanto empeño en hacer creer a nuestros hijos en la existencia de unos inexistentes Papá Noel o Reyes Magos, en que se porten bien durante el año en atención a ellos, en que se emocionen con el ritual de la noche de Reyes, pero seamos incapaces (o no queramos) transmitirles la fe en Jesús, que sí es real, que se porten bien por amor a Él, y que se emocionen cuando viene Él realmente en la eucaristía del domingo.

Hacemos que los niños vayan a catequesis y a misa, cosas aburridísimas, pero ¿vamos a misa nosotros? ¿Nos ven hablando con Jesús cuando nos portamos mal, pidiéndole perdón? ¿Nos ven emocionarnos al comulgar? ¿Les explicamos que intentamos ser buenos porque Jesús nos está mirando?

En fin, ¿creemos en la realidad de Jesús, o vamos a tener que decir como otro amigo mío, ateo también de verdad: "Dios no existe, son los padres"?