Cada vez que se recupera un trozo de las murallas de Zamora , que estaba oculto tras edificios que se construyeron en épocas en las que no se tenían en cuenta los valores que representan estos baluartes, recuperamos una parte importante de la historia de nuestra ciudad.

Las murallas de Zamora, que hoy podemos contemplar, fueron construidas en el siglo XI, bajo el reinado de Fernando I, padre de Doña Urraca, la que muy enfadada con su progenitor a la hora del reparto de sus reinos, se quejaba de que a ella no le dejaba una herencia digna.

Fue entonces cuando el monarca le dijo: "Callades, hija, callades, no digades tal palabra, que mujer que tal dijera merecía ser quemada / allá en Castilla la Vieja, un rincón se me olvidaba, Zamora tiene por nombre, Zamora la bien cercada".

Lo de que la ciudad estuviera bien cercada, con baluarte defensivo como lo tuvo Zamora, era muy importante en aquellos tiempos. Los edificios zamoranos se recogían dentro del recinto amurallado, al que no tenía fácil el enemigo acceder por muy a las bravas que lo intentase.

Con el tiempo, la ciudad fue creciendo, el cinturón defensivo aumentó para seguir manteniendo dentro de él toda la zona urbana, pero como las murallas dejaron de tener valor defensivo, las gentes las consideraban un estorbo para la expansión urbanística, con lo que llegaron los derribos de emblemáticas puertas como la Puerta Nueva, San Pablo, Santa Clara, San Torcuato, Santa Ana, Puerta de la Feria, San Martín y la del Mercadillo.

Quedan todavía la "Puerta Óptima" o Puerta del Obispo, y la "Puerta de Zambranos o Puerta de Doña Urraca, ambas muy representativas de lo que fue la Zamora medieval.

Con la recuperación de la vista de los tramos de muralla de la Avenida de la Feria, mediante la expropiación de los edificios adosados a ella, tenemos un conocimiento más adecuado de nuestra historia y se protege el patrimonio histórico-artístico zamorano.