El casco antiguo de Zamora corre peligro de convertirse en un continente vacío, sin apenas comercio y con una población menguante. Casi 2.000 vecinos han abandonado la Zamora histórica en los últimos doce años. El corazón de la ciudad, declarado conjunto histórico artístico desde 1973, que atesora el mayor número de iglesias románicas de Europa, lo que es decir del mundo, que conserva muestras de modernismo como caso excepcional al margen de su lugar de origen, languidece sin que las actuaciones que se han llevado a cabo en los últimos años hayan servido para dinamizarlo.

No se trata ya de las causas generales que conducen al éxodo a la población en general: en este caso, la falta de inversión y de rehabilitación en las viviendas del casco antiguo, el encarecimiento del suelo en plena burbuja y, por último, el declive de la edificación, suponen un peligro evidente para un patrimonio imprescindible como legado y como oferta turística. Los últimos datos estadísticos de la zona, que comprende también Olivares y los Barrios Bajos como zonas de influencia, contabilizan algo más de 3.400 habitantes. Menos de mil en lo que es el "cogollo" que corresponde a la ubicación del origen de la ciudad, en los aledaños de la Catedral.

Mientras ese proceso de despoblación se aceleraba y las antiguas casonas se deterioraban sin una política que hiciera rentable la rehabilitación, las nuevas edificaciones en la zona estaban destinadas a una población de nivel alto, justo el más escaso entre las rentas de la población y radicalmente contrario al patrón económico de sus habitantes "de toda la vida". Los años del "boom" inmobiliario ha alejado hacia el eje este-oeste de la ciudad, más allá del Ensanche, la construcción de más de 8.600 viviendas, el 27% de los inmuebles registrados en el catastro. Los usuarios acudían a viviendas nuevas a precios más asequibles; muchas de ellas, todavía están, a estas alturas, a la espera de propietario, pero la oferta fue más que suficiente para que el centro histórico se fuera llenando de ruinas y de solares.

La situación de evidente alarma ha hecho adelantar al Ayuntamiento sus previsiones sobre el Plan Especial del Casco Antiguo, cuya renovación ha ido retrasándose por parte de las sucesivas corporaciones y deja en vía muerta el avance presentado en la última etapa del mandato anterior. El equipo de Gobierno actual incluirá una consignación económica en los presupuestos del año 2018 para poder elaborar un documento que "flexibilice" las condiciones que impone el actual documento, vigente desde hace 17 años. Los responsables de Urbanismo han llegado a la misma conclusión que anteriores mandatarios: el plan actual necesita replantearse, porque, en palabras del propio concejal "en lugar de ser un elemento dinamizador es casi una barrera" para el desarrollo de la zona. La previsión es, una vez más, "flexibilizar los límites en alturas y materiales para corregir situación". La normativa actual concede al municipio todas las atribuciones a la hora de conceder licencias y permisos salvo en el caso de que la construcción se encuentre en zona de influencia de algún Bien de Interés Cultural. Entonces es la Comisión Territorial de Patrimonio la que tiene la última palabra.

A menudo, los constructores, otrora poderoso sector económico zamorano caído con la crisis, se han quejado tanto del excesivo encorsetamiento normativo como de la lentitud burocrática. Un tercer dedo señalaba a la obligación de los promotores y propietarios de asumir los gastos de los trabajos arqueológicos preceptivos en cualquier construcción de la ciudad histórica, salvo que lo descubierto fuera de indudable interés público. Las consiguientes ralentizaciones y paralizaciones tampoco ayudaron ni a abaratar ni a hacer más atractiva la inversión inmobiliaria en el casco antiguo. Por tanto, surge de nuevo el debate entre la preservación del patrimonio y en la necesidad de dotar de vida al mismo, para que la ciudad no acabe siendo un bonito envoltorio en estado semirruinoso. Resulta evidente que la política urbanística necesita encontrar vías de bonificación fiscal y demás incentivos que alienten una verdadera revitalización de la zona.

Desde instancias municipales se anuncia la celebración en el próximo mes de octubre de unas jornadas en las que se abordará el modelo de ciudad que se quiere para Zamora, una cuestión que también lleva dilatándose en el tiempo. Como consecuencia de ello ha imperado el desorden en el crecimiento de la ciudad a pesar de los sucesivos planeamientos urbanísticos, además de la existencia de bolsas de solares vacíos en un conjunto histórico con grave peligro de degradación, sin apenas actividad comercial, reducida a la nada entre la Plaza Mayor y la Catedral. No son tareas fáciles la ordenación, la dinamización y la accesibilidad de la Zamora histórica, aupada sobre la Peña Tajada y situada en el extremo oeste, al margen, por tanto, de la mayor actividad que se da entre la Plaza Mayor y el Ensanche, porque otra de las peculiaridades de la Zamora histórica es que, al contrario de otras ciudades, el centro histórico con el comercial y económico. La ubicación de servicios como el Consejo Consultivo no ha tenido la menor incidencia, ni tampoco, desgraciadamente, la rehabilitación del Castillo o el Museo semipermanente de Baltasar Lobo.

Hace falta más y es necesario incluir en ese plan actuaciones específicas para los Barrios Bajos, la Horta, Olivares y, al otro lado del río, Cabañales con el Puente de Piedra como nexo, ahora que se plantea su renovación de pavimento y se resucita otro debate: la recreación, que no la reconstrucción, de las torres de la Gobierna y el Peromato, derribadas a principios del siglo XX. La reforma de 1905, además de cegar uno de los ojos del paso sobre el Duero y privar del aspecto monumental a uno de los emblemas de la ciudad, degradó la zona de viviendas de la avenida del Mengue, que quedaron bajo el nivel de la loma artificial levantada para facilitar la circulación de los automóviles. Pero ahora se trata justo de darle la vuelta a la situación, una vez cerrado al tráfico el viaducto, que se ha convertido en parte de las rutas peatonales junto al río. El objetivo debe ser la consolidación de un conjunto armónico, merecedor del apellido "artístico" y que, al mismo tiempo, sea escaparate de una vida que ahora se escapa entre sus gastadas callejas.