La satisfacción de las necesidades y demandas de nuestros semejantes; a los que nos debemos, como ellos se deben a nosotros; serán tanto más plenas, eficaces y eficientes, en tanto en cuanto se hagan las tareas, los trabajos, las competencias que tengamos como obligaciones profesionales, ciudadanas, familiares, etc., con plena conciencia del deber, de la motivación por su realización, de los conocimientos y competencias laborales amplias y actualizadas, con voluntad de servicio, etc. etc. etc.; pues el carecer de estas actitudes implica carencia de la resolución del problema de la persona a la cual tenemos que evitárselo para que alcance y disfrute del nivel de bienestar, de los derechos de los que sea acreedora, como del fomento y desarrollo a los que sea acreedora; lo que implicará una sociedad más avanzada, más cohesionada, con mayor nivel de vida, etc.

La educación; tanto la impartida en la escuela, como en la casa, con el ejemplo, sobre todo, de buen hacer de maestros y padres; con lo que se conseguirá que las potencialidades de los individuos se pongan plenamente en funcionamiento, para satisfacción y justificación del quehacer diario de cada uno, como del cumplimiento de los deberes que todos, sin excepción, tenemos para lograr un mundo mejor.

El afán de superación, el contraste de pareceres, la formación continua, el respeto a los demás, la colaboración con los miembros de los equipos humanos, etc., permitirán, pues, dar respuestas correctas y rápidas a los demandantes de nuestra actividad; lo contrario es engañar, ser parásitos sociales, incompetentes, y perjudicar a quiénes tienen la desgracia de confiar, o de tratar, a este tipo de personajes, que "haberlos haylos", lamentablemente.

Ser buen profesional es motivo de sano orgullo, de ejemplo, por, entre otros motivos, aportar "nuestro granito de arena", a que este mundo funcione mejor.

Marcelino Corcho Bragado