Se ha puesto de moda hablar de la despoblación. Y de la España vacía, título del ensayo de Sergio del Molino que está haciendo furor por doquier, especialmente entre los que han tenido y tienen la España vacía delante de sus narices y no se habían dado cuenta hasta ahora, justo cuando se ha hecho famoso un buen libro sobre el asunto.

Cualquier tertuliano que se precie, cualquier analista con prosapia y pedigrí, cualquier político que quiera conectar con sus bases tiene que emplear la frase "la España vacía" en cuanto pueda y le dejen. Si no lo hace, no es nadie, un tipo obsoleto que se ha quedado en el pasado, en hace un par de meses mismamente. Y conviene explicar también que lo de la España vacía se refiere, claro está, sobra insistir en ello, a la despoblación, a ese problema terrible que nos afecta y al que hay que buscar soluciones, poner remedio, etc, etc. Obviamente, esas soluciones y esos remedios se estudian, diagnostican, proyectan y aplican desde las ciudades (cuanto más grandes, mejor, terapias más efectivas). Así que venga análisis, libros blancos, gráficos, pirámides poblacionales, recogida de datos, congresos, anuncios y hasta resoluciones de conferencias de presidentes, parlamentos, Europa y lo que te rondaré, morena.

¿Hace falta tanta prosopopeya, tanta propaganda, tanto dar tres cuartos a un pregonero que, como cantaba Labordeta, un día coge la cabra, la trompeta y el tambor y se planta en Zaragoza y que pregone el patrón? A mi juicio, lo que hace falta es que se actúe de una vez por todas y que se dejen de poner parches absurdos y surrealistas que no sirven más que para quedar bien ante la clientela, para decir que se hace algo, no para hacerlo realmente. Y es preciso, asimismo, que se coordinen las supuestas actuaciones para evitar duplicidades, inversiones absurdas, gastos superfluos, es decir es urgente y necesario un plan, o como queramos llamarlo, integral y extenso, no en pequeñas parcelitas, como ha sucedido con harta frecuencia. Veamos algún caso ilustrativo:

Tierra de Campos es una comarca natural que se extiende por Zamora, León, Valladolid y Palencia. Uno de sus productos estrella es la lenteja pardina. Pues bien, la citada legumbre tiene su denominación, su promoción, su amparo de la Junta, pero hete aquí que, cuando la Diputación de León promociona sus productos, solo habla de la lenteja pardina leonesa y se gasta una pasta en la campaña. Igual sucede en las otras tres provincias. O sea, que si usted se fía de la propaganda de Zamora, usted creerá que solo hay pardinas en la Tierra de Campos zamorana. Y así sucesivamente. Y si usted pregunta en cada diputación por los motivos de su promoción, le dirán, más o menos, que así se lucha contra la despoblación y a favor del medio rural. Es decir, hasta la raya entre Castroverde de Campos y Barcial de la Loma nos preocupa la España vacía a los zamoranos. De ahí en adelante, menos de un kilómetro, a los de Valladolid.

Y quien habla de la lenteja pardina podría hablar del vino de Toro, con tres municipios en Valladolid; del vino de la Ribera del Duero, con hectáreas en Valladolid, Burgos, Soria y Segovia; del vino de Rueda, que abarca zonas de Valladolid, Segovia y Ávila; del lechazo, de los quesos, de los embutidos?

Es lógico y natural que cada cual defienda lo suyo, que pelee por ello, que ensalce sus virtudes, pero, si todos creemos que eso puede contribuir a frenar la despoblación y a crear riqueza en el medio rural, ¿por qué no coordinar iniciativas, encauzar los esfuerzos, no gastar en balde y contra el de al lado? Me lo he preguntado muchas veces y, la verdad, no sé qué responderme. Solo se me ocurre pensar que interesa más salvar la cara particular que una solución global.

Y hasta ahora, ni eso. Lo de insistir en la despoblación como el principal problema de esta tierra nos ha valido a algunos frases de conmiseración, de desprecio y hasta de insultos. Éramos de la cáscara amarga, de los que solo veían lo negativo cuando esta región nadaba en la abundancia ( o eso pregonaban. ¿Se acuerdan de aquella frase de los tiempos de Lucas cuando Fernández Santiago solía repetir lo de "España va bien; Castilla y León, por encima de la media"? Pues, oiga, los que aplaudían hasta con las orejas tales aseveraciones hoy se llenan la boca con la España vacía, la despoblación, la búsqueda de soluciones y lo preocupados que están, no duermen, con el problema. Vale, majos, arrepentidos los quiere Dios. Solo dos pequeñas peticiones: no queráis que comulguemos con ruedas de molino y, por favor, haced algo más que daros golpes de pecho cuya sinceridad es más que dudosa. El Señor os lo tendrá en cuenta.