Anunciaban temporal en las costas del norte y nieve en las montañas, y así ha sido, con olas de más de 10 metros y vientos huracanados. En la ciudad, el frío barría las calles y hacía tiritar las despojadas ramas de los árboles como metáfora de la precariedad y desamparo en los que vivimos. Cortaba el viento la respiración y afloraba lágrimas en los ojos por la Carrera de San Jerónimo hacia Neptuno, pero en el interior del Congreso no había lágrimas ni frío, sino calor y bronca. Había ganas entre sus señorías por ajustarle las cuentas al Gobierno en la primera sesión tras el paréntesis de la Pascua, y alzar la voz alta y clara para que los españoles sepamos quién es el culpable de nuestro infortunio y quiénes pondrán remedio a tanta ineptitud y desidia.

Para abrir la sesión, Antonio Hernando le preguntó a Rajoy si va a pedir perdón por el accidente del Yak 42, y con ánimo templado el presidente respondió que asumía las palabras de Cospedal de hace 2 semanas, en las que la ministra de Defensa pidió perdón en nombre del Estado a las familias de las víctimas, y se ha comprometido a dar satisfacción "moral y jurídica" a las víctimas, a la vez que recordaba su compromiso del día anterior en su reunión con las familias de las víctimas: "Las cosas se harán bien", a partir de ahora, dijo. Lo cual no puede ser sino digno de elogio. Sin embargo, a continuación no ha aceptado la menor responsabilidad sobre la subida de las tarifas eléctricas y el alto coste del rescate bancario. Nada menos que un 88% de subida en enero y la bonita cantidad de 48.617 millones de euros pendientes de cobro. Aduce el presidente que la parte que depende del Gobierno en la factura eléctrica está congelada desde hace años, y que en el rescate bancario se ha hecho todo lo que se podía hacer; es decir, defender a los ahorradores, limitar los sueldos de los directivos e instar al fiscal para perseguir los delitos si los hubiere. Pero olvida que los impuestos de la factura eléctrica llegan al 50%; que los finiquitos de los directivos de la banca siguen siendoextratosféricos; y no aclara cómo vamos a recuperar los españoles el dinero graciosamente donado a la impericia bancaria. Doménech insistió en la pregunta y Rivera, en un tono áspero aconsejó al Gobierno que deje de "guardar la basura debajo de la alfombra".

Con todo, no fueron estos temas sociales y económicos los que enervaron el tono y la acritud de la sesión. Como no podía ser de otro modo, el portavoz de ERC, Tardá, volvió a recordar la intención del Gobierno de la Generalitat de realizar el referéndum ilegal, pero está dispuesto a negociar "absolutamente todo, hasta el calendario", dijo con sarcástica intención, que la vicepresidenta, Sáenz de Santamaría respondió con un recuerdo de la Constitución. "Lo que usted pretende es ilegal. Antepone el derecho a decidir a otros derechos fundamentales", repuso con suavidad y templanza ante quien anuncia que va a saltarse la ley de todos, porque hay otra ley, la suya propia, que le anima a conculcar la mayoritariamente aprobada por todos los españoles.

Aburre y harta el discurso irredento de los independentistas. No quieren un referéndum nacional, sino uno particular, porque particular es su entorno. No les importa la democracia ni los derechos de los españoles, sino los deseos de poder de su casta, esa que ha herborizado en las comisiones del 3% -un eufemismo-, y en la continua prevaricación, malversación y usurpación de funciones. Dice Rajoy que el referéndum no se hará porque "algo ilegal no se puede hacer". Pero parece olvidar la desobediencia a los tribunales, la continua conculcación de las leyes y la impunidad de las que se ufanan los gobernantes de la Generalitat, sin que el Gobierno tome las medidas coercitivas para hacer cumplir la Constitución y las leyes. ¿Habrá llegado ya el momento de que esos gobernantes de ánimo sedicioso cumplan las sentencias judiciales y se sometan, como el resto de los ciudadanos, al imperio de la Ley?