Salí a pasear la tarde, víspera de la Navidad, y por las calles que frecuento cada día he visto hoy a conocidos que me saludaban con un especial afecto. Además del acostumbrado saludo de "Buenas tardes", añadían su deseo de "Feliz Navidad", o "Felices Pascuas". Sin duda, en su expresión se notaba ese anhelo de que todos seamos felices, de apreciar al amigo, al conocido, al joven y al anciano.

En el trayecto, también pude ver al pobre, aterido de frío, que tendía su mano en demanda de una limosna, junto a él una pancarta en la que se leía: "También acepto alimentos". Como si la comida fuera un complemento de sus necesidades y lo que prefería era dinero contante y sonante. Otro, quería ayuda para viajar a su tierra y encontrarse con los suyos al otro lado de Trás-os-Montes, Era portugués. Ellos, con su presencia en la calle y sus carteles comunicando su pobreza, nos invitan a que ejerzamos un acto de caridad, que compartamos algo de lo que nosotros tenemos y a ellos le falta.

En las aceras, se agolpaban las gentes esperando a que pasara la cabalgata de la ilusión, querían ver pasar a los personajes que representan la fantasía de los años de la niñez, saben los papás, las mamás y los abuelitos que Mickey Mouse, Papá Noel, Bambi, el osito Yogui y Popeye son seres irreales, pero se los muestran a sus niños como imágenes de la ilusión que siempre nos hicieron soñar con momentos felices. Todos esos personajes que ahora desfilan, a pie o en carrozas, llevan cara sonriente, quieren transmitir a quienes los miran una alegría que debería ser permanente.

En estos días de Adviento, los creyentes y los agnósticos quieren disfrutar de la compañía de los que han estado más o menos alejados, es un buen momento para volver a estar juntos, contarse las novedades ocurridas durante la ausencia y recordar a los que ya no volverán. Todos tenemos que partir algún día para ese viaje sin retorno, pero conviene pararse a meditar que, mientras la vida nos tenga aquí presentes, debemos disfrutar cada instante, en compañía de familiares, amigos y todo ser humano que encontremos en nuestro entorno. También los hay que disfrutan con la compañía de animales, mascotas a las que miman tanto o más que a sus semejantes.

Para amar no es preciso que llegue el tiempo de Pascuas, pero si este tiempo de la Navidad es un pretexto para que muchos den rienda suelta a sus afectos, ¡ojalá que todo el año fuera Navidad!