Con este título nos congregaba el pasado día 10, en Toro, la Fundación Perspectivas y la Delegación de los Socialistas en el Parlamento Europeo, a una oportuna e intensa jornada de reflexión. Para su presentación sintéticamente argumenta que la crisis económica ha afectado de forma diferente a los países de la Unión Europea. El "brexit" dará lugar inevitablemente a una reconfiguración del mapa de relaciones entre los miembros de la Unión.

España y otros países de la UE han sufrido cambios económicos, sociales y políticos muy intensos, cuyo diagnóstico precisa de todas las perspectivas. Se han abierto nuevas y profundas fracturas sociales, generacionales y territoriales; se ha precarizado el trabajo y se ha incrementado la pobreza y la desigualdad. Se han abierto nuevos mapas políticos cargados de incertidumbre en un contexto internacional en creciente complejidad, con una profunda crisis humanitaria a la puerta mediterránea de Europa.

Sin pretender reducir en términos nominales el proyecto más importante del pasado siglo, sí debemos recordar con cuánta esperanza primero e ilusión después hemos seguido, los demócratas españoles, el proceso de la construcción europea. La carga ideológica y política de los fundadores de las Comisiones Europeas primero, y después la Unión Europea, desde la Declaración Schuman en 1950, con Adenauer, Jean Monnet, De Gasperi, Spack; más tarde con Mitterand, Helmunt Kohl, Felipe González y Jacques Delors, unos y otros, estadistas de reconocido respeto y prestigio internacional.

Como si hubiéramos pasado a otro mundo, a otro proyecto político, hemos conocido y padecido a Herman Van Rompuy, Durao Barroso y Jean-Claude Juncker, expresión de la burocracia y de la ausencia de respeto y liderazgo político.

La mayoría de la sociedad española, durante el tardofranquismo y la Transición, deseábamos la integración en Europa como un signo inequívoco de libertad, progreso y desarrollo. En definitiva: la democracia.

Durante los años siguientes de la adhesión (1986) la respuesta ha funcionado bien en los primeros tiempos. Sobre todo en el ámbito económico, el mercado interior y los fondos estructurales, favoreciendo el crecimiento y la financiación de las políticas sociales. Durante los primeros años de gobiernos socialistas, España se insertó en el llamado eje franco-alemán, lo que permitió una proyección internacional. En la política exterior, facilitó una proyección de España en el mundo con una imagen consistente y atractiva.

En el ámbito interno, ayudó a superar la secular desconfianza ubicada en nuestro país, instalándose una idea de estado moderno, democrático y europeizado. Nos miramos en el espejo y sorprendentemente nos sentimos más apuestos.

Más adelante, ya conocemos cómo cierta autocomplacencia nos fue alejando del referente europeo. Nos separamos de la Agenda de Lisboa que apostaba por la innovación, sostenibilidad y la cohesión social. Preferimos establecer nuestro desarrollo sobre una contaminada combinación de burbuja inmobiliaria, consumo y endeudamiento.

Desde Aznar y más tarde con Rajoy, que actúa de oficio en Europa, con poca convicción y poco peso, se ha producido un proceso de deseuropeización. Recordemos con la mirada puesta en Washington desde las Azores.

Hay que reconocer, también, que la Unión Europea se volvió de espalda a los ciudadanos, está desorientada con la presencia de muchos gobiernos nacionales conservadores y en algunos casos chauvinistas y hasta xenófobos. Y lo peor es que España ha dejado de ser influyente.

Por otro lado, España sigue siendo un país importante por su historia, su tamaño y su renta, estando entre los treinta países más ricos, cultos y saludables del mundo y cuenta con grandes activos económicos. Al tiempo que carece de proyección exterior, después del gran empuje desde la Transición. Por más que Rajoy lanzara con mucho interés y poca fortuna la "Marca España" que contrasta con el nulo provecho y poco favor por la política exterior. De manera que produce la sensación de haber desaparecido de Europa y Latinoamérica.

Ante una crisis tan importante en España, pero también en Europa, es necesario un mayor esfuerzo para revitalizar el proyecto europeo, que es tanto como asegurar la democracia, la libertad y la paz para el mundo. Como repetidamente se ha dicho que cuanto mayor es la crisis, la respuesta es más Europa. Todos tienen que apoyar, como lo hicieron en su fundación y en esa dirección, fundamentalmente los socialdemócratas.

Ya sabemos por Delors que Europa funciona con dos pasos adelante y uno atrás. Una vez más se produce un clima de europesimismo, donde se pone en cuestión el equilibrio y el funcionamiento de los propios estados miembros, así como las bases institucionales de la propia Unión y se duda del evidente beneficio para todos los socios. También en España se titubea de la propia Constitución de 1978.

Sin querer dramatizar, vivimos tiempos muy complicados en relación al difícil equilibrio internacional, si a estas dificultades se añade la presencia de partidos y gobiernos populistas de izquierda y derecha. También sabemos que para que marche mejor el mundo se necesita una Europa con nuevo impulso integrada que funcione, y más en tiempos de "globalización de la mala".