Se alzó un muro ante mis ojos que todo lo podía, se congeló el rubor de mis pensamientos, que días atrás rastreaba en mi cabeza, y se oscureció la vida porque se cegó el lamento y se enfureció la fuerza.

Y de repente di la vuelta a la verdad, cambié de puerta, cambié de aires, cambié de casa. Sin embargo se mantuvo el fuego y la audacia de mi torpe alma.

Cuando preguntaron inventé respuestas, inventé un trayecto, el que va lento de lado a lado de mi sonrisa. Y creyeron en mí. Ni historias buenas ni malas, ni tristes ni bellas, ni dolientes o curanderas, pero sí cortas, siempre más de lo normal.

La posibilidad de salir y caminar por los días se pone en duda, no creo más que mi gran mentira. De regreso a casa miré mis ojos; cerré y volví a abrir? ¿Oh, Dios mío! no puedo verlo. ¿Tan bien lo hago que la sonrisa me inunda hasta tan alto?

Hace tiempo, cuando los días pasaban en hospitales, camas, lentos paseos, cansancio, dolor, miedo y sofá, no se podía no creer. La fuerza no se buscaba porque era la única opción. Y la verdad era tan incierta y dolorosa que apenas se la recordaba. Al final solo quedaba uno, rodeado de aire frío, el que produce el terror, y parecía que no sintiese porque las oportunidades se jugaban a un solo valor, a un número siempre ganador.

Cuando las historias cambian, y son otros quienes se van despacio, entonces aflojas un poco para no ahogarte.

El miedo lo consume todo y el valor es tan solo de unos pocos, de unos valientes que creí no existieran. Pero resurgen al final, ¿por qué será?? ¿será que el otro lado es tan bello que fulmina en un instante todo apego a la vida? ¿será tan intenso? qué será? ¿Qué será, que a todos hace valientes? ¿Qué será? ¿que les vuelve sabios? ? ¿que les hace buenos y creyentes?

Se encienden luces cautivadoras, enamoradas de ti, te levantan en alto y desde allí ves la vida envejecer. Bailas danzas sobre sus cabezas y consigues el mejor de los regalos.

Qué triste estoy hoy y duele porque nadie sabe nada, no se nota, no se ve, ya que mis ojos han aprendido a mentir, engañan bien, fuertes y poderosos, y no lloran? aunque tiembla la voz.

Hay alguien, una persona importante, también bella y siempre serena. Temo escribir su nombre porque hace temblar mi mano. Temo entrometerme en sus pensamientos, en su corazón, intimidad, en su vida y en su profesión. Temo que me vea en la distancia y que me guarde rencor. Lo escribiré despacito, sin hacer ruido, tal vez ella no me escuche? Es Yolanda, ella sabe, habrá visto a estos sabios despedirse, conocerá la historia. Es imposible sujetarse en esa silla... Con su cara tan bonita... Si algún día no vio algo. Ella ayuda a las gentes, a los valientes y a los torpes e imposibles como yo. Ella con su paciente palabra, con su firme contundencia y su sonrisa dormida, me despierta cada verano. Y así vuelvo a la vida otra vez, de nuevo comienza un año para mí en el que las noticias irán minando de nuevo, de a poquito, pero siempre despiadadas. Y querré volver a verla, aunque habrá que esperar.

Ilusiona mis ojos y me vuelvo habladora, extrovertida y graciosa. Yolanda forma parte del camino que un día se torció, quebró y enderezó mis sueños. Es fácil no encontrar la dirección cuando los caminos se multiplican y la multitud embarulla la vida. Es fácil perder el rumbo y volver sobre tus pasos. Rasga la piel reconociendo la vuelta atrás.

Pero esto acabará, saldré a pasear y acariciaré la hierba húmeda y el sol caliente, la niebla helada y la tierra seca. Y veré a Yolanda en año nuevo que ilusionará mis ojos, me volverá habladora, extrovertida y mucho más graciosa.

María Jesús Rivas