A pesar de los años transcurridos desde ese primer encuentro del papa Juan Pablo II en Asís con los representantes de las religiones del mundo para comprometernos a una búsqueda común de la paz en todo el mundo, seguimos en guerra. Una de las mayores lacras de la humanidad no es el hambre y la guerra, sino el odio y la intolerancia que las generan y están, por desgracia, en el corazón de muchos hombres, sin darnos cuenta de que en las guerras en las que nos metemos -aunque sea una pequeña guerra en el trabajo o en la familia- "todos pierden, incluso los vencedores", como bien dice el "Llamamiento por la Paz 2016", fruto del reciente encuentro de Asís.

En muchas ocasiones tiramos piedras contra el tejado ajeno con tal de excusar nuestras actitudes violentas o vacías de diálogo; ya decía un formador mío que a veces pensamos que "la mejor defensa es un buen ataque".

Asís ha sido en esta semana icono de lo que ansiamos: un mundo en paz, en el que todos puedan vivir y profesar su fe, ayudando a los demás desde la fidelidad a la tradición espiritual que nos han legado y que en una búsqueda personal hemos asumido, confirmado y engrandecido modestamente desde nuestra experiencia de Dios y de fraternidad. Cada una de las religiones se reunió en un lugar de Asís para poder implorar la paz, según su forma de entender a Dios. Pero todos juntos se reunieron para comprometerse a construirla: una paz implorada a Dios y construida por los hombres.

Hoy en día, existe un peligro, y es que la interculturalidad haga que nuestra religión en realidad sea un sincretismo de aquello que más nos gusta de cada una y así tengamos nuestra religión personal y un Dios a medida. Puede que nos parezca en algún momento necesario para la paz, pero lo que ello encierra es renunciar a la verdad y a nuestra fe. El Papa emérito Benedicto XVI así lo dijo en un discurso a los alumnos de la Pontificia Universidad Urbaniana: "Esta renuncia a la verdad parece real y útil para la paz entre las religiones del mundo. Y aun así sigue siento letal para la fe". Es necesario que el diálogo interreligioso -como dice el "Llamamiento por la paz 2016"- una sin confundir, dando lugar a sólidas amistades, a fin de consolidar una amistad universal.