Hace ahora un año Francisco Guarido perdió las elecciones en Zamora y, a pesar de eso, se hizo con la Alcaldía de la ciudad. Ese hecho ha convertido a Zamora en una ciudad sin Gobierno y a Guarido en un alcalde poco experimentado y muy experimental, ya que es el único alcalde de capital de provincia de lo que queda de Izquierda Unida.

Que un militante de un partido de izquierdas en España presida una institución a pesar de perder las elecciones no es, desgraciadamente, una novedad. De hecho, la geografía española tiene ejemplos de ayuntamientos y comunidades autónomas gobernados por el PSOE, Podemos y sus confluencias -incluida IU- después de que sus candidatos hayan sido derrotados en las urnas. Y esa curiosa práctica se ha intentado llevar incluso al Gobierno de la nación tras las elecciones del 20 de diciembre, con escaso éxito, eso sí, a pesar de la inestimable ayuda que el partido de Albert Rivera prestó a Pedro Sánchez en su debate de investidura.

Que Guarido, Puente o Carmena sean alcaldes de Zamora, Valladolid o Madrid no es ilegal, por supuesto, pero que su único programa sea que no gobiernen en esas ciudades los candidatos elegidos por la mayoría de los ciudadanos genera enormes problemas a los vecinos de esos municipios.

Y eso es precisamente lo que ha pasado en Zamora. El único objetivo de Guarido no era ser alcalde, ni mucho menos, sino que la ciudad no tuviera una alcaldesa del Partido Popular. A partir de ahí, nada más. Casi doce meses cobrando como alcalde, pero sin ejercer más allá de los mínimos diarios en el Ayuntamiento y en Zamora. Sin un modelo claro y definido de ciudad y sin que hasta la fecha nada de su "mesiánica gestión con la que parecía que iba a gobernar" nos haya sorprendido. Y además, teniendo que soportar el empeño continuado de los correligionarios de Guarido en despreciar permanentemente la crítica que hacemos desde la oposición, es decir, desde el PP.

El único cambio de calado en esta ciudad tras un año de "guaridismo" es el tapizado rojo de un sofá que está en la puerta de su despacho y el cambio de regalo institucional, siendo ahora una bandera de la Segunda República en vez de un ejemplar de Claudio Rodríguez o una pequeña réplica de la cúpula de la catedral (le deben de parecer poco identificativos de nuestra ciudad). El resto se guía por una actuación que se basa -y se basará- en la demagogia, al carecer de políticas en beneficio del conjunto de los vecinos y de hacer cada día más gestos de su ideología comunista.

Ahora, además, nos ha sorprendido a todos por ser uno de los pocos dirigentes de IU que está en contra de la coalición recién anunciada y que se presentará a las próximas elecciones generales bajo la denominación de Unidos Podemos. ¿Vendrá Pablo Iglesias otra vez a dar un mitin de campaña a la ciudad ahora que le ha pedido el divorcio el alcalde de Zamora? Parece que Guarido quiere conservar el aura de último líder de IU en España... Es la opinión del "díscolo de IU" que consiguió aumentar la representación municipal de su formación gracias a los más de seis mil votos prestados de Podemos y que ahora trata de evitar que el partido de Pablo Iglesias supere en las elecciones al PSOE de su colega y socio Antidio Fagúndez.

Lo que demuestra que la sangre que corre por las venas de Guarido es más morada que roja, pero que no piensa poner en riesgo su pacto de Gobierno con los socialistas zamoranos, tanto los oficiales como los que algún día lo fueron. Seguramente habrá pensado "unidos no sé si podemos, pero yo no pienso perder el poder así me convierta en el díscolo de mi partido".

(*) Portavoz del Partido Popular en el Ayuntamiento de Zamora