En la última década han desaparecido en Zamora, en la capital, casi medio millar de comercios, pequeños, medianos y grandes, según un reciente informe. Y no solo la capital, pues Benavente se une a la caída con casi 200 establecimientos menos y Toro con cerca de 100. Unas cifras a las que se unen las sufridas en décadas anteriores, casi mayores. Basta con salir a la calle, tanto en el casco antiguo de la ciudad como en la zona nueva, para encontrarse con locales cerrados, negocios fracasados que se abren a nuevas oportunidades que, por desgracia, en muchos casos siguen la misma ruta.

La destrucción del comercio de toda la vida ha sido y es el alto precio pagado ante el imparable avance de las grandes superficies y los grandes bazares, auténticos templos del consumo donde el cliente puede comprar todo lo que desee, sea lo que sea. En las grandes urbes aun se nota más su ausencia, y en Castilla y León los datos suelen ser un fiel reflejo, pues en Valladolid, capital de la región, la pérdida en la pasada década se ha aproximado a los 2.000 comercios, mientras en ciudades más pequeñas como Soria y Ávila anda por cifras menores aunque mayores que en el caso de Zamora, quizá por ser una de las provincias donde más duramente se ha hecho perceptible la constante sangría de la despoblación.

Por estos días, hace 32 años que llegué a Zamora para dirigir El Correo en su nueva etapa como diario independiente. Era una Zamora con más habitantes que ahora, bastantes más, pero sobre todo con mucho más pulso vital. Estaban los militares del Cuartel Viriato y los funcionarios de la cárcel, con sus familias, muchos de los cuales tendrían que emprender luego obligadamente el éxodo laboral. Y era una ciudad con un amplio y buen comercio, donde se daban cita la calidad del género y un trato personalizado y afable. Pero algunos de ellos, los más importantes y emblemáticos, debían ya estar tocados, aunque no habían llegado aún los súper ni los híper ni los chinos, pues años más tarde irían cerrando sus puertas ante la sorpresa y la conmoción de sus clientes y en general de todos los sorprendidos zamoranos.

Hoy, algunos de esos antiguos establecimientos, en pleno centro, continúan cerrados y acusando el deterioro lógico del paso del tiempo, mientras otros son infrautilizados. Lo peor es que no se ve una salida fácil, una solución práctica para la situación creada, una situación que está como está a todos los niveles y que afecta a todos los sectores. Porque ese derrumbe del comercio, sea del tamaño que sea, ha tenido una especial incidencia en el aumento del paro, más ostensible en las pequeñas ciudades como el caso de Zamora, Benavente y Toro. Por fortuna, ese comercio se resiste a darse por vencido, a echar el cierre y por el contrario desde sus asociaciones profesionales se insta a resistir y a ponerse el día en todos los aspectos. Hay que luchar con las mismas armas que lo hacen las grandes superficies respecto a horarios, aunque las administraciones siempre favorezcan a los poderosos, a los que más pueden aportar a las arcas públicas. Y luego están las bazas a favor: la proximidad, el conocimiento, el trato cercano, la especialización y más. De hecho, unos comerciantes se van pero otros emprendedores van llegando.