Estimada señora: Perdone que me dirija a usted de esta forma tan impersonal, pero es que no conozco su nombre. Es más, hasta hace solo unos días, que su sobrino Braulio le escribió una carta pública, ni siquiera sabía de su existencia. Es precisamente el contenido de esa carta el que ha motivado, por este mismo medio, atreverme a escribirle estas líneas.

Conozco a Braulio desde hace bastantes años y tengo de él la mejor opinión. Me parece un escritor brillante y leo con mucho interés los artículos que aparecen en la prensa y también algunos de los libros que ha publicado.

Aunque ahora, desde que se ha metido a político le veo menos, durante su etapa de periodista le veía con frecuencia y charlaba con él. Leía siempre sus crónicas diarias. A veces estaba de acuerdo con lo que decía, y otras veces no, pero siempre lo leía con atención y deleite por su brillante manejo del lenguaje. Le diré, estimada señora, que tengo con él una deuda de gratitud permanente, por una columna que escribió sobre mí, y que guardo como oro en paño, en una etapa muy dura de mi vida política.

Comparto con él algunas similitudes: ambos somos de una edad parecida (creo que soy un par de años mayor) y ambos nacimos en familias sencillas de pueblos similares de nuestra provincia. Así que conocemos bien las dificultades de aquella España rural y los esfuerzos de nuestros padres para darnos una formación a la que ellos no pudieron acceder. A mí también me preocupa que mi madre pueda seguir cobrando la pensión de viudedad y que mi hija tenga un trabajo acorde a su buena formación.

Pero hay algunas cosas que le dice su sobrino con las que no estoy de acuerdo. Yo no creo que quienes nos gobiernan estén deseando cargarse su pensión, ni la de la madre de Braulio, ni la de mi madre, ni la de nadie. De hecho, usted habrá visto que, pese a la difícil crisis económica que hemos pasado estos años, ustedes han seguido cobrando su pensión y que incluso, aunque sea poco, la han incrementado.

Tampoco creo que quienes gobiernan quieran que desaparezca su pueblo, ni el mío y mucho menos que ni usted ni mi madre le estorben. Mi madre en estos últimos años ha tenido que someterse a dos operaciones muy serias y la han atendido maravillosamente en el hospital público de Zamora, ha superado sus graves dolencias y no hemos tenido que pagar nada.

Me alegra que su sobrino haya decidido meterse en política. Creo que es bueno para nuestra tierra que personas como él se involucren en política, estoy seguro que lo hará con honestidad y honradez, pero me preocupa mucho la compañía que ha elegido. No solo me preocupa, me dan miedo algunos de los dirigentes del partido en el que Braulio ha decidido militar.

A algunos de esos dirigentes los conocí hace unos años en Venezuela. Eran asesores del Gobierno de Hugo Chávez. Como seguramente usted sabe, en tiempos, Venezuela era un paraíso al que muchos españoles emigraron y encontraron un lugar donde ganarse la vida, algunos incluso hicieron fortuna.

Pero quiero que sepa, que hoy allí, el pueblo venezolano no tiene para comer, las tiendas están vacías, los hospitales no tienen medicinas para atender a los enfermos, no se pagan las pensiones porque no hay un céntimo y los que no están de acuerdo con su política son encerrados en horribles cárceles. Sé bien que Braulio no pretende nada parecido, pero conozco a muchos venezolanos que en su día apoyaron a Chávez porque les ofrecía corregir las desigualdades y un futuro maravilloso, y mire usted dónde les ha llevado. Hoy están profundamente arrepentidos de haberle creído y prestado su apoyo.

Seguro que usted habrá visto al jefe del partido en el que ahora milita su sobrino abrazar y apoyar de forma muy entusiasta al que hoy es presidente de Grecia; y decir también, que Grecia era el ejemplo que debía seguir España€ Hoy en Grecia las pensiones de los jubilados han bajado un 30% y usted habrá visto las colas que la población hacía en los cajeros y en los bancos para intentar sacar su dinero.

Veo también, y me da miedo, cómo los dirigentes de ese partido que se llama Podemos se muestran comprensivos con delincuentes como Otegui que acaba de salir de la cárcel donde ha cumplido condena por terrorismo y hablar de él, y de otros como él, como «hombres de paz».

Sé bien que en España tenemos muchos problemas que resolver, que hay muchos políticos que han obrado mal y que han metido la mano en la caja que es de todos, que hay aún muchas personas que buscan un trabajo, que esta crisis se ha llevado por delante las ilusiones y proyectos de muchos jóvenes, todo eso es verdad, pero no debemos olvidar que esta España nuestra es un país que ha prosperado muchísimo en los últimos 40 años, que tiene una magnífica sanidad gratuita para todos, que los jóvenes que sean aplicados y quieran estudiar pueden hacerlo aunque sus padres no tengan recursos económicos, que las personas mayores, más de nueve millones, cobran una pensión que les permite vivir con dignidad, que hay muchas ayudas para aquellos que más lo necesitan, que tenemos una excelente red de comunicaciones, que es un país al que vienen cada año más de 75 millones de turistas a disfrutar de nuestras riquezas naturales y culturales porque saben que es un país seguro y fiable€ Y todo esto, que a veces no valoramos, lo hemos ido construyendo entre todos a lo largo de estos 40 años.

Por eso me da miedo que España pueda convertirse en Grecia o en Venezuela, ni los griegos ni los venezolanos pensaban que eso podía ocurrir y mire cómo se encuentran.

En fin, estimada señora, no le canso más. Nuevamente disculpe el atrevimiento de esta carta, pero no me sentiría bien si no se la hubiera escrito. Espero tener la oportunidad de conocerla y saludarla algún día.

Como usted verá a su sobrino antes que yo, dele un fuerte abrazo de mi parte y a usted solo me queda enviarle un afectuoso saludo, con el deseo de que Dios la bendiga y la guarde muchos años.