La vez pasada quise traer aquí las motivaciones profundas que animan la noble tarea de nuestros profesores de Religión colaborando en la educación integral de las generaciones que dentro de poco van a dirigir nuestra sociedad. Junto a ello no pude menos de denunciar el flaco favor que los actuales gobernantes autonómicos están haciendo al recortar horario a una asignatura en la que nos jugamos mucho. De hecho, uno se pregunta cuántas crisis económicas más son necesarias para convencernos operativamente de que no habría mejor inversión y "vacunación" contra futuras crisis que la de una educación integral de los alumnos, apostando por valores auténticamente humanos, constructores de una sociedad menos mercantilista, más justa y solidaria, aunque no sean los valores que más brillen en la televisión.

Lamento que algunos piensen la enseñanza impartida en los centros como mero ámbito de transmisión de habilidades o de simple capacitación profesional. En lo que sí estaremos todos a una es en que, desde el punto de vista intelectual, en los colegios es donde se va configurando una determinada imagen del mundo, de uno mismo y de la sociedad en virtud de los cuales formamos nuestro proyecto de persona. Y un niño, adolescente o joven que está en construcción nunca debería someterte a una carrera de obstáculos (como los que hoy existen) para poder cultivar el sentido de la trascendencia que todo ser humano lleva en los genes, ya sea en un centro de enseñanza católico o estatal. El "infierno social" estará servido en bandeja cuando ya eduquemos a todos nuestros chicos y chicas con esta "cojera humana" o "castración espiritual" que implica la ausencia de la Religión en sus procesos de maduración personal.

Hay que agradecer a nuestro infatigable delegado diocesano de Enseñanza, Juan Carlos López, y al fiel batallón de maestros y profesores de Religión que, día a día y no con pocas dificultades de todo tipo, se esmeren en presentar el tesoro de la fe cristiana en los 77 colegios estatales de esta Diócesis de Zamora que reúnen a más de 11.000 alumnos y en los 12 colegios católicos concertados que cuentan con más de 5.000 alumnos. Un gran total que supera los 16.000 alumnos de Religión en una provincia tan pequeña y envejecida como la nuestra. Es una grave irresponsabilidad por parte de nuestros gobernantes que sigan descuidando una cantera de tal potencial humano en aras de arrimarse al sol (léase, laicismo) que más calienta o de lo que más rentabilidad electoral produzca, dependiendo del momento y el lugar en el que se encuentre el péndulo de la historia.