Rajoy se miró al espejo? y decidió castigar a quien le había recomendado tal medida. La "insolencia" de Juan Vicente Herrera fue potente y dura, pero quizás no tanto como la petición de dimisión del ministro Soria cursada poco después por el portavoz de la Junta, José Antonio de Santiago-Juárez, mano derecha de Herrera. En un abrir y cerrar de ojos, con el partido revuelto y cabreado por los resultados electorales, a don Mariano se le sublevaba la región conservadora por excelencia, considerada, además, el buque-insignia del PP desde los tiempos de Aznar. Las críticas, larvadas o explícitas, no procedían esta vez del radical Pedro Sánchez, ni de los antisistema de Podemos, ni del robavotos Albert Rivera, ni de la díscola y ególatra Esperanza Aguirre, ni de ningún barón con ansias de medrar. No. Venían del moderado Juan Vicente. Surgían de una tierra con fama de resignada y obediente, de esas que ni habla ni da que hablar, de las que encaja, aguanta, calla y jura fidelidad eterna pase lo que pase. Transcurrieron los días, amainó el temporal, los desencuentros, pese a la pervivencia y agravamiento del problema minero, parecían encauzados cuando, zas, el jueves habló el oráculo de Génova, 13 y sentenció: "Vicesecretario de Organización, Fernando Martínez Maíllo". Y temblaron los cimientos del PP regional.

Maíllo ya está en Madrid como número tres del partido; en Zamora se anuncian los pertinentes y previsibles cambios (todo atado y bien atado), pero ¿y en Valladolid? Media hora después de que Rajoy anunciara los nombramientos, alguien conocedor de las interioridades del PP de Castilla y León me decía: "Hay sensación de derrota, de patada en las espinillas; es posible que sea el golpe definitivo para que Herrera renuncie a presentarse como candidato".

Es una de las lecturas que se hacen en la estructura autonómica del PP y en la propia Junta, inmersa en rumores y, ahora más que nunca, en luchas de poder que parecían resueltas o encaminadas. Con Herrera en pleno apogeo, se daba por sentado que o era él el candidato o lo sería alguien de su confianza, especialmente Rosa Valdeón, ya que Silván acaba de ser nombrado alcalde de León y José Antonio de Santiago-Juárez está descartado por su condición de vallisoletano. Pero la designación de Maíllo abre otros caminos y plantea nuevas incógnitas. El peso del zamorano en Génova y la confianza que le ha depositado Rajoy, ¿elevan las opciones del salmantino Alfonso Fernández Mañueco, que ambiciona el cargo desde que, en el 2001, dejó la Diputación de Salamanca para ser consejero y, más tarde, secretario regional del PP?, ¿se buscará una tercera vía que bien podría llamarse Carlos Fernández Carriedo, que genera menos rechazo que Mañueco?, ¿resucitarán en Silvia Clemente, hoy presidenta de las Cortes, las ganas de llegar a lo más alto?, ¿habrá algún tapado aceptado por los dos bandos como sucedió con Herrera cuando dimitió Lucas?

A la vista de este panorama ustedes podrían hacerse otra pregunta, quizás más sencilla: ¿el simple ascenso de Maíllo acarrea tantos líos e hipotéticos cambios? En el PP regional creen que sí. Y lo piensan porque no se trata solo de un nombramiento sin más, sino que conlleva un castigo implícito al hombre que ha regido los destinos del PP y de la Junta castellanoleonesa desde hace la friolera de 14 años. Maíllo y Herrera nunca congeniaron del todo, pero las diferencias, puestas de relieve con frecuencia por de Santiago-Juárez, se agrandaron en la pelea por la Ordenación Territorial, en la pugna, privada y pública, del expresidente de la Diputación de Zamora con Rosa Valdeón y en los movimientos de aquel para crear un frente antiHerrera o antiherreristas en el que también militaban Fernández Mañueco, la difunta Isabel Carrasco y algunos más que no dieron la cara. Es decir, lo que se conocía como "La rebelión de los virreyes provinciales".

¿Y ahora qué? En Zamora, calma chicha. El maillato continuará con otro (u otra) califa. Lo veremos pronto en el devenir de las instituciones y, en otoño, en la confección de las listas para Congreso y Senado, donde Maíllo hará y deshará y, seguramente, encabezará la lista a la Cámara Baja. ¿Habrá contestación? Quizás, pero mínima. Claro que también es verdad que Maíllo no tiene un sucesor claro, ni en el PP zamorano hay nadie con su autoridad (o autoritarismo) y control.

¿Y en Castilla y León? Uff, todos los frentes están abiertos. Veremos cómo maniobran Maíllo y Cospedal, también partidaria de Fernández Mañueco, y qué resistencia ofrecen los de Herrera, bien siga este o bien opte por la retirada. Nos esperan días apasionantes. Permanezcan atentos a la pantalla.