Llegada la estación electoral, que no siempre coincide con la primavera sino que es una estación propia dentro de las cuatro estaciones, a los políticos se les llena la boca con la palabra "joven". Las mejores flores son para la juventud, vivero de votos. Todo o casi todo en las campañas electorales gira en torno a los jóvenes. A los grandes y pequeños próceres les encanta fotografiarse junto a los más jóvenes, siempre y cuando estén en edad de votar. Aunque, si es preciso, a muchos no les importa inmortalizar el momento con niños de pecho, porque ellos alcanzarán algún día la edad del voto y nunca se sabe.

A mí me parece de perlas que se dé oportunidades en la política a los jóvenes, que se les permita un rodaje solo posible en plena función a sabiendas de que teoría y práctica nada tienen que ver. Que sean jóvenes, sí, pero sobradamente preparados, con dos dedos de frente, cercanos, con ganas de arrimar el hombro y no solo pensando en la liberación y en los años que pueden engancharse y reengancharse en un trabajo que desgasta pero que, sin duda, tiene sus compensaciones. Más de las que imaginarnos podemos.

Hay que contar con los jóvenes para todo. Pero, ¡ojo!, no hay que caer en esa especie de enfermedad llamada "jovinitis". Con ellos, todo es posible, sin ellos, la nada. Craso error. La experiencia es, de toda la vida, un grado que desgraciadamente se desdeña y se aparta como si de una enfermedad se tratara. A muchas les ha faltado la necesaria experiencia a su lado. Apostaron por figuras estrella por su juventud, y acabaron estrelladas. Lamentablemente, en España, la experiencia se relega constantemente. Y no solo en política, también en todo lo demás, con todo lo que la experiencia puede aportar. Los jóvenes para revolucionar. Los mayores para votar. Pues no.

En la historia ha habido muchos y muy buenos revolucionarios y no en el sentido político, sino en el de edad. Juan Pablo II fue un gran ejemplo. "Soy un joven de 83 años" nos dijo aquel histórico día del año 2003 en el Aeródromo de Cuatro Vientos en Madrid. Y es que la juventud no va ligada únicamente a la edad, es también una actitud, una cualidad que a veces no va emparejada con los años. Creer que la juventud todo lo hace bien y que la experiencia que va unida a los años es cuando menos un desastre, es caer en un error que, desgraciadamente, se extiende cada vez más.

El candidato del PP a la alcaldía de León, el hoy consejero de Fomento y Medio Ambiente, Antonio Silván, ha apostado fuerte por la juventud: "Los jóvenes serán protagonistas en mi candidatura a la alcaldía de León". Pero sin pasarse. Seguro que el consejero ejercerá las distintas designaciones con el buen criterio que suele formar parte de su sello personal. Equidad entre juventud y experiencia. Porque, como sostenía Homero, la juventud tiene el genio vivo, sí, pero el juicio débil. Aunque tampoco sea la norma en la horma de la juventud.