Con valentía, como corresponde a un prelado, el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, ha sido claro y contundente al afirmar que "es un desastre que la educación dependa de cambios políticos". Y eso es así. Eso sucede cada cuatro o cada ocho años, dependiendo del grado de confianza de los ciudadanos hacia el Gobierno de turno. La educación en España es un desastre en sí misma. No hay más que ver el suspenso que, un año sí y otro también, nos da el informe Pisa. Informe que nos saca los colores una y otra vez en los últimos años, situándonos por debajo de la media de la OCDE.

Hay que tener la necesaria valentía para decir lo que ha dicho monseñor Osoro. Y decirlo con la misma gallardía también cuando el gobierno es de izquierdas. Porque, a veces parece que la izquierda fuera la única opción posible para acabar con el problema y no es así. Lo que buena parte de la ciudadanía no entiende es que la derecha no respete lo que la izquierda hace bien y viceversa.

Yo también creo que España vive "una emergencia educativa", frase acuñada por Benedicto XVI en el año 2010. Yo también creo que "la educación no puede ser un problema político". Si en lugar de estar tan preocupados por tocar sillón, por perpetuarse, por sacar buenos resultados para poder hacer lo que les convenga -por cierto, lo que les conviene a ellos por regla general no nos conviene a nosotros los ciudadanos- se preocuparan en verdad por lo que conviene a los ciudadanos, por servir a los ciudadanos, convertidos en la mayor empresa de colocación de políticos de España, otro gallo nos cantara a todos, a ellos, los políticos, y a nosotros, los ciudadanos. Se les llena la boca hablando de su actitud de servicio al ciudadano y hasta ahora nos hemos venido dejando engañar como bobos. No piensan en nosotros más que para sacarnos el voto. Y eso reza para todos.

Los cambios políticos, la alternancia que es buena y deseable, no puede llevar permanentemente a cambios en profundidad, por ejemplo en materia educativa. La educación es un arma valiosa. De qué si no la obsesión de todos, a izquierda y derecha, por cambiar la norma cada vez que llegan al poder. No piensan con el cerebro, lo hacen con la ideología y nos arrastran. Lo malo es que arrastran a los estudiantes hacia un abismo del que, de seguir así, alguno día no podrán sortear. No se dan cuenta, o no quieren darse cuenta, de que la educación es un derecho fundamental y universal. Aquí se prefiere el debate de la educación pública y la concertada. Sin caer en la cuenta de que lo importante es que sea una educación de calidad.

Estamos en situación de "emergencia educativa". Atentos, porque todos los grandes males que asolan al mundo se solventarían con una buena base educacional. Me temo que la autoexcluyente clase política en su conjunto no está por la labor.