Ahora que con tanto ahínco se busca para la Semana Santa de Zamora la declaración de Patrimonio de la Humanidad, cuando la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo lleva dos mil años siendo patrimonio de la humanidad, quiero hacer mías las reflexiones hechas por el papa Francisco que a todos nos vendrán bien. Fundamentalmente a los que se sienten el ombligo del mundo. A los que creen a pies juntillas no solo que Cristo murió por ellos, sino que también resucitó por ellos. A los que "patrimonializan" lo que es de todos. A los que no conocen el verdadero sentido de la palabra perdón, porque no lo practican. Ni el sentido del amor porque no lo sienten. Ni de la paz porque no la cultivan. Ni de la justicia porque no la entienden aplicada a los demás. Si acaso un poco de la caridad colectiva para mitigar los gritos de la conciencia.

Este tiempo de Cuaresma es una oportunidad única para practicar actos sencillos de caridad que desgraciadamente pasamos por alto con demasiada frecuencia pero que en base a su sencillez son manifestaciones concretas del amor de Dios, al que no podemos dar de lado cuando estamos representando su pasión. Cristo no puede permanecer indiferente sobre todo para quienes organizan y viven el drama cumbre de la pasión. El papa nos presta quince sencillos actos de caridad para practicar en este tiempo santo si somos capaces de abandonar el ego y la soberbia que algunos tratan de enmascarar con un buenismo innecesario cuando la bondad va implícita en el Hecho por antonomasia.

Recomienda Francisco: "Sonreír porque un cristiano siempre es alegre. Y dar las gracias siempre, aunque no debas hacerlo. Saludar con alegría a las personas que ves a diario. Recordar a los demás cuánto los amas. Escuchar la historia del otro, sin prejuicios, con amor. Detenerte para ayudar. Estar atento a quien te necesita. Levantarle los ánimos al prójimo. Celebrar las cualidades o éxitos del otro. Seleccionar lo que no usas y regalarlo a quien lo necesita. Arrimar el hombro cuando haga falta para que otro descanse. Corregir con amor, no callar por miedo. Tener buenos detalles con los que están cerca de ti. Ayudar a los demás a superar obstáculos. Llamar a los padres y estar atentos a sus necesidades". Las reflexiones del papa son las que en verdad apuntalan este patrimonio que, más que iconográfico y estético, debe ser, tiene que ser humano, y misericordioso, y lleno de amor y de paz.

Lo demás puede incluso considerarse vanidad de mundo. Y no es nada aconsejable. Como no es aconsejable, por mucho agnosticismo, por mucha indiferencia, por mucho descreimiento, por mucho desapego que se sienta, olvidar el hecho religioso de la manifestación que estamos viviendo.