Aunque bien se sabe que las encuestas suelen beneficiar casi siempre, salvo imposibles y aun así, a aquellos que las encargan y las pagan, o sea a sus voluntades e intereses, no deja de sorprender la aparición de un sondeo que, al contrario de los resultados ofrecidos por el CIS, vaticina para el año que viene una recuperación tal del PSOE que supondría el empate técnico en intención de voto con el PP a solo unas pocas décimas de los de Rajoy. Como argumento principal del cambio se aduce que la nueva encuesta ha sido realizada una vez que Pedro Sánchez había accedido ya a la secretaría general socialista y Jordi Pujol había confesado llevar 34 años escondiendo dinero en paraísos fiscales. Dos aspectos que ya se advirtió no eran recogidos en el sondeo de julio del Centro de Investigaciones Sociales.

Pese a todo lo cual, las conclusiones que se ofrecen no solo parecen poco fiables sino que tampoco resultan nada claras ni firmes, a tenor de las respuestas de los consultados, que solo en poco más de la mitad expresan confianza plena en el nuevo líder del PSOE así como en la remontada electoral del partido. Y es que, pese a la nueva Ejecutiva, el problema de Sánchez y los suyos es que, a estas alturas y lastrados por un deterioro enorme, con las peores cifras electorales de su historia, tienen muy poco que ofrecer, nada en realidad, lo que hace más débil su postura teniendo en cuenta, igualmente, que en las próximas citas ante las urnas tendrá que competir no solo con el PP sino también, por el otro flanco, con el lado extremista, radical y populista de la izquierda que va comiendo terreno a la socialdemocracia en la que el nuevo secretario general trata de volver a apoyarse, después de la política de tierra quemada de Zapatero. Pero fuera de eso, no se ven por ahora, nuevas ideas ni propuestas, muy escaso bagaje en suma para competir con garantías -por más que puede que la máxima ambición socialista sea, igual que el PP, mantener el bipartidismo- y mucho menos para emprender una remontada electoral.

Enfrente tiene a un PP muy tocado y desgastado, a tope, pero no hundido y al que se vaticina y parece una apuesta bastante segura, seguir siendo la primera fuerza política del país, aunque, por supuesto, sin mayoría y expuesto a todos los riesgos en caso de confirmarse el avance de las izquierdas. Rajoy, que descansa en su Galicia, se ha apuntado un tanto en su propio ámbito conservador al salirse por una vez de lo políticamente correcto y anunciar que el Gobierno paga el traslado a España del sacerdote infectado de ébola, dando por zanjada la absurda polémica. Pero tiene pendiente la asignatura del separatismo catalán, aunque parece mostrarse confiado al respecto y con base para ello, por oscura que sea. Y el cúmulo, que no se olvida, de sus muchos incumplimientos, de sus recortes, de sus impuestos, de hacer caer todo el peso de la crisis sobre las clases más desfavorecidas económicamente, incluida la clase media, mientras ha mantenido todos los privilegios de la clase política a la que pertenece.

Y enfrente, igualmente, Podemos, la nueva izquierda, que si bien se estima que mantendrá sus expectativas de gran crecimiento, quedará aún lejos de ser, por sí misma, una alternativa real de gobierno.