No comprendo esa acendrada costumbre por la cual toda reclamación social, laboral o del tipo que sea en servicios ciudadanos y que pueda acabar en huelga, lo hace siempre y sistemáticamente buscando las fechas de Semana Santa.

No digo que no lo entienda, que lo entiendo, sino que no lo comprendo. Lo entiendo por aquello de que los convocantes piensan que siendo en una semana tan especial para Zamora, su semana más especial sin duda, será mucho más potente la presión ejercida sobre el Ayuntamiento para que ceda a sus pretensiones o para que a su vez presione o coaccione a las empresas que prestan los servicios.

En eso tienen algo, solo algo, de razón los huelguistas. A un Ayuntamiento responsable le afectará y dolerá más una huelga celebrada en esos días en que la ciudad muestra su mejor escaparate del año que en cualesquiera otras fechas. Pero una cosa es que le duela más y otra que, realmente, el comportamiento municipal deba ser más proclive a ceder ante las pretensiones de los convocantes. Es más, y sintiéndolo mucho por los trabajadores, en ocasiones cargados de razón, creo que precisamente el Ayuntamiento y sus dirigentes deberían ser mucho menos propicios a la cesión y la flexibilidad cuando para la coacción (toda huelga es coacción, aunque normalmente una coacción absolutamente respetable) se busca el momento en que más se puede dañar a la ciudad y a su imagen.

Que una cosa es la presión para obtener lo que se considera justo exigir y otra confundir aquella con el chantaje puro y duro. Si una empresa no cumple sus compromisos, como oigo estos días, por poner un ejemplo, váyase contra ella o plantéese frente a la ciudad y su máxima institución al día siguiente de la finalización de nuestra semana turística por excelencia pero no durante esta.

Por eso digo que no lo comprendo. Si tales o cuales trabajadores tienen un conflicto con su empresa o incluso aunque lo tuvieran directamente con el Ayuntamiento de la ciudad por ser éste el titular primero o último de los servicios a prestar, deberían utilizar sus armas, cara a cara, cuando seamos los vecinos de la ciudad, por lo tanto los responsables de haber votado a quien nos gobierna, los que padezcamos las consecuencias de la huelga.

Hacerlo, sin embargo, cuando van a ser fundamentalmente quienes nos visitan, quienes traen riqueza a nuestra provincia me parece, sinceramente, irresponsable, intolerable, insolidario y sobre todo y hasta para los propios trabajadores, tirar piedras sobre el propio tejado.

Reitero que es posible y hasta probable que los trabajadores protagonistas de los varios conflictos sociales que en estos días se escenifican tengan razón en buena parte de sus planteamientos. La huelga no es plato de buen gusto tampoco para ellos. También estoy seguro de que no en todo tendrán razón. Para discernirlo están el diálogo y la negociación. También la huelga si es necesaria. Pero no en Semana Santa.

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