Cada vez que Cospedal sale a la palestra, el PP pierde uno o más votantes. Cada vez que Cospedal habla, la pifia. Y ya tiene demasiadas pifias en su haber. La más clamorosa, la de su gestión del caso Bárcenas. Su comparecencia para tratar de explicar la situación laboral del extesorero de su partido ha sido de pena y de vergüenza. Ni ella misma ha sabido lo que decía ni qué decía. Sus titubeos son la mejor muestra de que ella solita se metió en un berenjenal que puede tener fatales consecuencias para su partido.

Cospedal no cae bien. Cospedal no gusta ni en su partido. Solo que es gente muy bien aleccionada y preguntada en público se deshará en elogios. Pero lo cierto es que muchos de los dirigentes han ido paulatinamente del desconcierto al cabreo y algunos incluso no se explican qué sigue haciendo María Dolores de Cospedal en la secretaría general del Partido Popular. Esta señora hace tiempo que no da la talla. Rajoy se merece mejores escuderos. En el debate sobre el estado de la nación demostró que tiene más tablas y que da cien vueltas a su insulsa compañera inmediata de partido, que no de Gobierno, afortunadamente. María Dolores es un dolor. Lo dicen sus propios correligionarios.

España produce diariamente la suficiente cantidad de casos y cosas, sobradamente graves, como para que se solapen unos y otras. El que nadie va a lograr solapar, ni el parlamentario de CiU imputado por sus presuntos vínculos con la mafia rusa, ni la mismísima y recauchutada Corinna zu Sayn y lo que sigue, es el caso Bárcenas. Y no solo por los vaivenes del extesorero, sino porque desde dentro del partido no se ha sabido gestionar el problema. No ha sabido hacerlo quien ha demostrado no estar facultada y eso a pesar de los títulos y los cargos, es decir, María Dolores de Cospedal. Y eso que, al parecer, esta señora es licenciada en Derecho y miembro del Cuerpo de Abogados del Estado.

La política mejor pagada de España o por lo menos una de las que más emolumentos recibe, demuestra no estar a la altura de las circunstancias en un caso que puede arruinar a su partido y no solo económicamente, que sería lo de menos, puesto que siempre hay almas caritativas, sino en su buen nombre, en su prestigio. Hay manchas que no se quitan, diga lo que diga el refrán. Que no crean que semejante mancha de mora con otra verde se quita. No. El caso Bárcenas promete ser de ida y vuelta. Entre lo que enreda uno y lo que perjudica la otra, hay caso para rato.

Ya sabemos que el finiquito de Bárcenas no fue convencional, que se pactó una indemnización diferida, mes a mes, pero es que la enrevesada respuesta de la Cospedal no ha hecho otra cosa que enredar la madeja más de lo que ya estaba. Empleó la palabra «simulación» y armó el gran taco. Precisamente a esa palabra se ha agarrado la oposición que, con razón, pide explicaciones, pide que, en ese contexto, se defina «simulación». Tanta simulación y tanto disimulo está dejando mal parado al PP. A la secretaria general del partido le falta definición y pegada, y empuje, y credibilidad, y arrestos y poder de convicción. Cuando aparece en la tele, cientos de afiliados cambian de canal, y eso que son afiliados, o sea, que en cierta medida obligados están. O hacen pronto algo o se quedan sin electores. No piensan titubear ante las urnas.