Parece que esta vez sí, que a los veinticinco años va la vencida. La residencia de mayores «Virgen del Rosario» de El Puente de Sanabria va a abrir sus puertas los próximos días. Hacía mucho tiempo que no teníamos en Sanabria una noticia tan fantástica.

Echando pelillos a la mar, sin analizar qué ha ocurrido y qué no a lo largo de este interminable tiempo, la residencia representa para la comarca un impulso económico y social definitivo. Con ella llega trabajo para médicos, cocineros, limpiadores, y un sinfín más de profesionales.

La residencia reactivará la economía de la zona, sobre todo si tiene el éxito que se espera. No debemos olvidar que, probablemente, se trate de la residencia más moderna y mejor equipada de Castilla y León.

Y si para la economía comarcal va a suponer una bendición, no quiero contarles lo que supone para nuestros mayores. Ninguno, a no ser por un imperativo extraordinario, está dispuesto a salir de su casa si no es con los pies por delante. El proverbial apego al terruño del hombre sanabrés hace estas cosas. Ahora el asunto puede cambiar de forma radical.

Los mayores sanabreses encontrarán una salida a sus situaciones. Seguro que fuera de Sanabria no quiere irse ni uno, pero quedarse ahí, al pie de su pueblo y de su huerto, es una gran suerte para ellos.

Mientras tanto, el primer fuego de la temporada enseña los negros dientes en el cielo sanabrés. Cuando a media tarde del martes todo se cubrió de humo, se supo que el fantasma de todos los años ya estaba ahí. Los asesinos jamás descansan. En esta ocasión la víctima ha sido la reserva nacional de caza de la Sierra de la Culebra y los montes del pueblo de Asturianos.

Las conjeturas no han tardado en saltar a las barras de todos los bares de la zona. No se pueden decir aquí porque podrían ser equivocadas y el daño que se causaría a algunos colectivos sería enorme. Pero no andan lejos de ser una triste realidad. Eso de que ocasionales chispas de automóviles causan los estragos no parece muy creíble para las gentes sanabresas.

Y como las desgracias no vienen solas, otra catástrofe especialmente triste ha asolado estos días a Sanabria. Y azota en uno de los sitios donde más duele: sus árboles milenarios.

En una suerte de incomprensible accidente, se viene a demostrar que los árboles también se mueren. Con enorme disgusto se vivió en estos días la caída de uno de los castaños milenarios de Sotillo, el que había al final de la ruta de bajada de la famosa cascada.

Una abuela y su nieto fueron los últimos testigos en verlo en pie. Tuvieron suerte de no permanecer un rato bajo su sombra porque, al poco de marcharse, el coloso se derrumbó. Así. Como quien no quiere la cosa. Dicen que ya no tenía ni raíces; que habían podrido. Yo creí que estas auténticas reliquias vivientes no doblaban jamás la rodilla.

La gente en los pueblos anda asustada con esta ola de calor. Los árboles entran por las ventanas de las casas y temen que en cualquier momento ocurra una verdadera tragedia. Todos se preguntan para cuándo la Junta de Castilla y León va a dedicar medios humanos para limpiar los montes, siquiera los que rodean los pueblos. La respuesta está escrita en el viento.

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