Durante la campaña electoral ya quedó plasmado el fenómeno paranormal de que Rubalcaba ocupara un espacio creciente en los medios, conforme se difuminaban sus posibilidades. El auténtico candidato del PP parecía un tal Iñaki Urdangarín, que se apoderó de la campaña ante la falta de fuelle de los contendientes oficiales. Es obligatorio reconocer que Rajoy tuvo un instante de fulgor el 20N. Sin embargo, el lunes volvió el duque, esta vez para quedarse. Por si la escasa fotogenia del presidente del Gobierno no planteara problemas suficientes a los medios, desapareció del planeta Tierra durante tres largas semanas navideñas. La prensa ha coincidido en sintetizar la sensación de ausencia publicando centenares de fotos de Rajoy tomado de espaldas, un enfoque reservado hasta ahora a la visión trasera de Carla Bruni. ¿Cuántas fotos con Rajoy de espaldas se habrán publicado, coincidiendo con este artículo? Aunque la estampa dorsal rebaja notablemente las diferencias entre el presidente del Gobierno y George Clooney, su proliferación la ha desprovisto de capacidad metafórica. Ya no parece un hallazgo de quienes piensan que una imagen vale por las mil palabras que el líder del PP se niega a pronunciar para no equivocarse, sino un ejemplo de pereza de diseño. La espalda de Rajoy está más repetida que las imágenes de sus colegas desangrándose en chándal mientras corretean para ofrecer un espejismo de actividad. Por fortuna, Carme Chacón ha acudido en auxilio de la imaginería mediática. La nueva Agustina de Aragón ofrece una alternativa enérgica a Rajoy, gris incluso de espaldas. Se me reprochará el olvido de Soraya Sáenz de Santamaría, pero todavía ha de aprender a domesticar su exceso de peinado. Sarkozy aporta sus tics de Louis de Funes a la construcción europea, y se han escrito tesis doctorales sobre la economía del escote de Angela Merkel. Si ambos se reúnen finalmente algún día con el presidente trapense español, éste posará dando la espalda a los fotógrafos. De espaldas al país, pero ya vale, lo hemos pillado.