La ambición es muy libre. A ella se suelen acomodar la filosofía y la técnica de los ávidos por llegar alto y no deja de ser extraño que ciertos afanes cargados con dinamita o con simple pólvora negra discurran mejor por veredas escondidas de monte que por las cañadas reales o por las carreteras nacionales.

Los ambiciosos, no se sabe por qué, procuran ir siempre deprisa, a galope tendido, pero rehuyen los senderos anchos o las trochas espaciosas porque en ellas todo clarea y se conoce. Cuentan los psicólogos que son algo así como los galgos novatos cuando persiguen a las liebres; ellas saben correr bien en los bordes de las cunetas y de las zanjas y pisan en terreno blando mientras a los impacientes perros perseguidores se les lima el pellejo con el suelo y con los guijarros y les llega el roce y la pupa sanguinolenta hasta los mismos huesos. ¡Quién podría decir si ese instinto leporino de marchar por las aristas de las cunetas de la libertad y de la vida no se debe en sus perseguidores al mangoneo diverso y a la manipulación perversa casi siempre al margen de las leyes! Ejemplos podría haberlos a cientos. También aquí.

Puestos a lucubrar, puede uno darse cuenta de que «estafa» y «rapiña», «cohecho» y «sinvergüenza», «prebenda» y «favoritismo», entre otros muchos son vocablos muy socorridos a través de sinonimia abundante y graduable. Desde «hurto» a «argucia» puede haber una escala con muchos peldaños solo con ponerse a hojear los Códigos de Justicia y por poco que se ligue con la picaresca cotidiana.

Hoy ya faltos de apoyos caciquiles y de ingenuos fervores populares, como ocurrió antaño, el bandolero de leyenda se ha esfumado de la pizarra ibérica. Los presuntos bandoleros de hogaño son de otro tipo. Pueden tener apoyos institucionales o así, así? Aquí lo inevitable es la fantasía porque ya no sobreviven melodramas de leyendas personales. Hoy el bandolerismo es la corrupción en todas sus vertientes y con todos los matices. Al socaire de decisiones políticas y de crisis financieras y económicas, se enseñorean de los territorios mercantil y empresarial algunas aberraciones democráticas que saben huir de los infundios churriguerescos que tanto gustan al pueblo llano; y con personas como la Pantoja y su «Cachulín» o como Belén Esteban y su ex Jesulín, torero ya de fama corta, que aparecen en informaciones de soleares y zapateados y castañuelas televisivas unos y unas, que dicen llamarse periodistas, entretienen al personal mientras se van superando mal que bien las angustias y los desempleos, que para Zapatero no son tales.

Lo que es cierto y notorio es que en todas las ruinas, tanto de fortalezas medievales como de esbeltos rascacielos contemporáneos, continúan naciendo los jaramagos o las amapolas y viven las salamandras, aunque sigue siendo preciso impedir a toda costa que se cultiven y crezcan y que se alimenten como ejemplos de la flora y la fauna nacionales para entontecimiento de propios y para atracción folclórica y embelesamiento de turistas foráneos.