A Pepe le han caído diez partidos por una ofuscación transitoria acompañada de un irracional ataque de ira y verborrea. Por fortuna, el central del Madrid no lesionó a nadie; en caso contrario lo hubieran encerrado a perpetuidad en Sing Sing. Ha habido futbolistas que han mandado a un compañero al quirófano y no han sufrido tan grave reprimenda sancionadora. Lo cual hace pensar que es preciso endurecer las conductas antideportivas no sólo por su interés ejemplarizante sino sobre todo por las consecuencias. Por lo demás, la sanción es justa y supondrá en el historial del jugador un estigma que le acompañará a lo largo de su carrera, quién sabe si ya fructífera a partir de semejante arranque de brutalidad. A veces cometemos errores que nos persiguen de por vida y que se convierten en una inevitable cruz cirinea. Pepe será recordado siempre por la agresión a Casquero. Tal vez no deba vestir más de blanco alguien con una mancha tan oscura.