Es la pregunta que el pasado viernes se hacían distintos medios de comunicación, tras la visita del dictador Hugo Chávez al Palacio de Marivent, residencia de verano de los Reyes de España. ¿Se vio obligado el Rey don Juan Carlos a recibir al dirigente venezolano? Cada cual que piense lo que le venga en gana. Mucho estómago ha debido tener don Juan Carlos. Además de hacerle esperar una hora, ni hecho a propósito, hasta el último momento, sabiendo que iba a ser recibido por el Rey de España, el presidente venezolano ha estado insultado al Monarca español, sacando a relucir incluso cierto pasaje luctuoso en la vida de Juan Carlos, todavía niño, allí en la residencia paterna de Estoril. El "corte" sonoro, que no tiene desperdicio, se ha podido escuchar estos días en alguna emisora. Esa era la embajada de buena voluntad del presidente venezolano a España.

Después viajó a La Moncloa, almorzó con Zapatero, y siguió su importante periplo europeo que le ha llevado también a Portugal y Ucrania. Dos potencias de primer orden. Ningún otro jefe de Estado europeo, como Merkel, Sarkozy o Brown, por poner tres ejemplos sin importancia, ha recibido a este adalid de la paz de boquilla. Pero como hay que llevarse bien con el venezolano igual que hay que llevarse bien con el cubano, hasta hace nada Fidel y ahora Raúl, pues nada se le prepara un viaje y pelillos a la mar después de aquel incidente que tanto se aplaudió en la América de habla hispana. Yo no digo que haya que llevarse mal con Chávez, pero sabiendo lo que ha dicho hasta el último momento sobre el Rey, se ha debido evitarle la humillación y el bochorno, y eso a pesar de las risas, las bromas y los abrazos. También Judas besó a Cristo y lo vendió.

Los únicos grandes dirigentes que recibe España son estos, los que gobiernan bajo sospecha, los procedentes de las distintas repúblicas bananeras repartidas por todo el mundo. Eso sí, se vende el producto con el tinte preciso y en nombre de la paz y el entendimiento, la "clac" que aplauda, y cara al respetable todo queda tan bonito. España está recibiendo a lo largo de estos últimos años a la flor y nata de los gobiernos del mundo. No hay más que ver el fervor que despierta nuestro país entre los grandes mandatarios. Se disputan una visita, aunque sólo sea de unas horas con tal de abrazar a nuestros dirigentes. Y eso que este año la Expo de Zaragoza permite que se dejen caer por aquí los herederos del trono de Holanda o del trono de Japón, pero sólo eso, los herederos, más próximos a Zarzuela que a Moncloa.

La mejor prueba la tenemos en la reciente visita a la vieja Europa de Barak Obama, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos con permiso de McCain que parece sumido en el ostracismo ante el fenómeno Obama. El candidato demócrata a la Casa Blanca, que no ha dejado indiferente a nadie, eligió tres países, Alemania, Francia y Reino Unido. O lo que es igual Angela Merkel, Nicolás Sarkozy y Gordon Brown. Y ya se ha visto con qué resultado. Como un nuevo John Fitzgerald Kennedy, conquistó de inmediato Alemania donde se cifran en quinientas mil las personas que le aclamaron. Obama no ha reparado en España. El fracaso hay que imputárselo a Exteriores que no sabe moverse con inteligencia en los terrenos precisos y preciosos para España en el mundo. A Moratinos lo sacas de Venezuela, de Burkina Fasso, de Cuba o de la Bolivia de Evo y se pierde.

Será cierto, como se dice y rumorea insistentemente en algunos mentideros nacionales, que el Rey se vio obligado a recibir a Chávez. Se diga lo que se diga desde Moncloa, no fue plato de gusto. Hubiera preferido ver en Marivent y Moncloa a Obama. Pero me da, que no se ha hecho la miel para la boca del asno.