Un buen profesor que tuve por los madriles, Alejandro Muñoz Alonso (antaño luchador antifranquista y demócrata sincero, hoy parlamentario activo del PP), solía decir que hay tres tipos de materiales periodísticos: verdades, mentiras y estadísticas. En realidad la frase originaria, atribuida a muchas personas célebres, procedería del político y escritor londinense Benjamin Disraeli: "There are three kind of lies; lies, damned lies and statistics". Vamos, algo así como que hay tres tipos de mentiras: mentiras, mentiras enormes y estadísticas. Esa sería la cita histórica y culta. Después hay un largo rosario de sentencias críticas contra esta disciplina matemática, unas nacidas de la demagogia y de la militancia antisistema (la democracia es el abuso de la estadística), otras de la sabiduría popular (si yo me como un pollo y somos dos, tú te has comido medio) y algunas también revestidas de hábitos machistas que hoy tienen muy mala prensa: "Las estadísticas muestran lo atractivo y ocultan lo vital, como la minifalda" (también se dice algo así del bikini). Lo que parece evidente, en rama que vende la máxima precisión en sus conclusiones, es que la estadística es la primera de las ciencias inexactas.

Y es que ahora resulta, según los expertos consultados por un gran diario nacional, que los datos sobre los precios de las viviendas, operaciones de compraventa y construcción de pisos -eso del boom inmobiliario- son toda una gran mentira. O casi. No es sólo que los especialistas duden de la fiabilidad de las estadísticas que reflejan el número de casas que se construyen, las compras que se realizan y las tendencias de precios, que dudan; sino que además aseguran que las estadísticas son tan malas que han contribuido a calentar el sector del ladrillo. Los datos inflados han afectado a las expectativas de los posibles compradores -entre otras consecuencias-, que se habrían lanzado al mercado inmobiliario para especular con los elevados beneficios de la época de vacas gordas. Es decir, que la calidad "horrorosa" de las estadísticas contribuyó más que la realidad al recalentamiento que ha vivido durante los últimos años el negocio de la vivienda. Por lo visto, la evolución oficial de los precios se elabora con los datos que proporcionan los tasadores, método que tiende a magnificar las tasas de crecimiento. Ya saben todos ustedes, especialmente los que se han metido en el berenjenal de convertirse en propietarios, que la práctica habitual es sobrevalorar la tasación para conseguir una hipoteca que cubra la totalidad del coste del piso y alcance para los gastos de notaría y demás, por lo menos. Si de ahí salen los datos estadísticos sobre precios, está claro que esa realidad oficial no es real.

Aunque todos teníamos la mosca tras la oreja, lo sospechoso es que los expertos e incluso algún alto cargo del Banco de España hayan decidido contarnos "su versión" en este momento, ahora que dicen que se desalacera el mercado de la vivienda, que el negocio inmobiliario entra en recesión e incluso que bajan los precios. ¿Qué objetivo no confesable persiguen ahora? ¿Por qué tenemos que pensar que esta vez dicen la verdad? ¿Qué pretenden ocultarnos tras el atractivo del nuevo bikini estadístico? Porque aquí nada es gratis o por que sí. Todo tiene un sentido. Si esto de la estadística y de las capacidades analíticas matemáticas no ha podido ponerse a salvo de las ideologías, ya me contarán qué independencia tiene ante el poderoso mundo del dinero. Yo no me fío ni un pelo, pero allá ustedes.