Entre las medidas más polémicas y puede que innecesarias sacadas adelante, en su izquierdismo radical y revanchista por el Gobierno de Zapatero, seguramente la más polémica vaya a resultar la llamada Ley de la Memoria Histórica que el Pleno del Congreso aprobará dentro de unos días tras densas negociaciones de los socialistas, que no querían dejar pasar esta legislatura sin acordar con el resto de los grupos la luz verde

a una norma que aparecía con tantos apoyos como renuencias.

El PP no estará entre los que voten a favor, que serán una mayoría absoluta, pero sin embargo ha refrendado varios de los puntos que contiene la ley. Realmente, tal vez los puntos más importantes en fondo y forma como el referido al articulado sobre el Valle de los Caídos que a partir de ahora pasará a ser de todos los caídos, de ambos bandos, en la guerra y en la represión, prohibiéndose el uso del recinto para toda clase de actividades políticas. ¿La habitual misa del 20 de noviembre por Franco será considerada un acto político? Habrá que ver hasta dónde llega también la obligada retirada de todos los símbolos y nominaciones del franquismo en calles e iglesias.

El PP ha dicho que los socialistas habrán de rendir cuentas ante la historia por esta ley. Pero es que la izquierda es la que ha escrito la mayoría de las veces la historia de la guerra civil española y en ello sigue concienzudamente, aun al precio de resucitar los antiguos rencores y odios ancestrales en un país tan peligrosamente cainita. Sólo hace unos meses y al rebufo de la ley que se preparaba se vivió en los periódicos nacionales una triste guerra de esquelas con gente de los dos bandos echándose a la cara el oscuro y profundo resquemor de sus muertos de hace setenta años. En el PSOE, por su parte, se continúa reclamando que Mayor Oreja, el peor ministro de Interior después de Acebes, se retracte de unas palabras glosando la placidez de la era franquista y el apoyo que tuvo de la sociedad. Pero lo mismo: es que para muchos eso es real, fue así, y si no hubiese sido por esa colaboración social inmensamente mayoritaria con la que contó siempre la dictadura no hubiese podido durar tantos años. Además, el PP ya condenó el franquismo en el año 2002, gobernando Aznar, en la Comisión Constitucional, aunque parezca que actualmente ni ellos mismos lo quieran recordar.

A tan pocos meses de las elecciones generales, y dándose prácticamente un empate técnico en los sondeos aunque con ligera ventaja del PSOE, no se sabe hasta qué extremo decisiones de este calibre, tan discutibles y discutidas, podrán finalmente inclinar la balanza de uno u otro lado. A los votantes de centro, a los moderados, a los indecisos, no suelen gustarles estos gestos extremos, que no es el único de Zapatero, que parecen destinados a arañar votos al precio que sea. Lo que pasa es que decisiones semejantes pueden servir a la postre para perder más votos que los que se ganan. Lo que resulta obvio, en todo caso, es que algunas de las medidas que incluye la norma bien podrían haberse tomado sin necesidad de hacerlo en forma de ley, una forma que reabre aún más las viejas heridas.