Y en diciembre, en marzo, en junio y hasta en septiembre. Todo el año es Carnaval. Lo que ocurre es que en este periodo de tiempo en el que nos encontramos, los disfraces son más ostentosos, más coloristas, más vistosos, se nota que el personal se ha quitado el terno gris de todos los días para cambiarlo por este otro tras el que se esconden frustraciones, desengaños, animadversiones, inquinas, odios, desilusiones, fracasos. Los disfraces, que no el Carnaval, esconden todo eso y mucho más. Hay que tener mucho salero para, a pelo, sin careta, decir muchas de las cosas que se dicen estos días, pocos en realidad, en los que don Carnal reina de forma efímera. Total, el miércoles, con el entierro de la sardina y la ceniza que nos recuerda nuestro origen, volveremos a la realidad, dando paso a Doña Cuaresma que llegará, como de costumbre, con la rebaja. ¡Y es tan largo el reinado de la Doña!

Del Carnaval me quedo con casi todo. Me quedo con la alegría cuando es sana, me quedo con el color, con la algarabía, incluso me quedo con la transgresión cuando la transgresión no se convierte en insulto, en descalificación airada, en falta de consideración, en ofensa, en infamia, en insolencia. Entiendo la provocación, que eso es el Carnaval, lo demás sobra. Que se pongan en labios de niños tacos de carretero, palabras malsonantes y frases de pretendida enjundia que van más allá de la insolencia, me parece incluso impropio. La transgresión no está reñida con la educación.

Hay que ver cómo se ha recobrado Zamora en materia carnavalera. Es lo que tienen las prohibiciones, nos lo negaron durante tantos años que, cuando hemos vuelto a recuperarlo, aunque nunca llegó a perderse del todo disfrazándose con el nombre de "fiestas de invierno", nos hemos echado a la calle y ahí nos las dan todas, en la vía pública y en el "sambódromo" de la Avenida donde unos pocos hacen las delicias de unos muchos. Unos se lo pasan bomba y otros miran. Serán tontos, ni que fuera Semana Santa. Hay que participar y meterse de lleno en el Carnaval.

Dice la letra de una vieja canción que la vida es un carnaval. Estoy completamente de acuerdo. Sólo que el resto del año, como se va a cara descubierta a nadie le interesa hablar del susodicho. En el carnaval del resto del año se finge, en éste, uno se muestra tal cual, sólo que se esconde tras el antifaz, la careta, la peluca y lo que sea menester con tal de no ser descubierto. Cuan osado se vuelve el personal. Así cualquiera.

Este año hay para todos. El que se lleva la mejor parte, en proporción me refiero, es el alcalde (otro vendrá que bueno te hará), le siguen la corporación en pleno, el puente, las obras de Santa Clara, el mercadillo. No se libra nada ni nadie. Hay para todos y para todas, no se me vayan a enfadar las legalistas del género. La mayoría de murgas son de lo más divertido, tienen imaginación y un sentido del humor que debiera ser una constante en todos los zamoranos a lo largo del año. Lo malo está en esas otras que nos dan la murga a fuerza, no de poner las peras al cuarto, que es lo suyo, a todo bicho viviente, sino a fuerza de insultar y arremeter hasta con los ancestros de aquellos y aquellas que no les caen bien o contra personas que no ejercen en lo público.

Cuando febrero languidece el Carnaval reverdece. No me diga por qué, caiga en el mes que caiga la Cuaresma, en febrero toca Carnaval. Aunque carnaval sea cualquier mes del año. Aquí, en Zamora, los 365 días del año, sólo que estos días, se nota más.