La dignidad del Real Madrid por los suelos, pisoteada, pateada, hecha añicos, irreparable, salvo milagro el próximo martes en el Bernabéu. Hombre, la remontada no es imposible, pero sí es difícil, muy difícil, sobre todo después de haber visto a un Zaragoza batallador, irreductible, valiente, capaz, sin complejos, absolutamente fundamental, y con ganas de dar qué hablar. No hay que olvidar que el Zaragoza se ha llevado por delante al Atlético de Madrid y al presuntamente imbatible Barça que, de vez en cuando y aún de cuando en vez, se deja batir y también por goleada. Aunque nunca tan insultante como la que el Real Madrid ha recibido en La Romareda. Qué vergüenza. Seis goles es más de los que había encajado de una tacada en mucho tiempo.

No es que sea una forofa de tomo y lomo, de esas que llevan al dedillo las victorias, las derrotas y los pormenores de los partidos jugados a lo largo de la larga historia del Real Madrid. Pero tengo la sensación de que Iker Casillas, que parecía como ausente, incluso hablaba solo, preso de un curioso soliloquio, no había encajado en su vida tanto gol como el otro día. El esférico entraba en su portería por todas partes. Ni un paradón antológico, nada, es como si Casillas no hubiera estado salvaguardando la portería del Madrid. Así pasó lo que pasó, que volvieron a ser el hazmerreír patrio. Comentario unánime y jocoso de todas las voces con y sin autoridad.

Hay que ver lo que puede ocurrir en un campo de fútbol y en noventa minutos. Y eso que el Zaragoza no necesitó tanto tiempo para demostrar por qué ha llegado a la semifinal de la Copa del Rey. El Dépor y el Español que no querían saber nada de su posible encuentro con el Real Madrid, dependiendo de quién se alzase con la victoria, a quien le tienen que tener un miedo enorme es al equipo maño. La Virgen del Pilar está con ellos. Yo para estas cosas soy muy de encomendarme y a fe que no falla cuando se hace con fe. Y es que los chicos del Zaragoza juegan con fe. No es de extrañar las lecciones magistrales que están pronunciando últimamente.

De ilusión también se vive y la esperanza es lo último que se pierde, dicen dos manidas frases, yo creo en los milagros y aunque la esperanza se me agrieta por días y la llevo conmigo con la pegatina de frágil, la pobre no da más de sí, sin embargo, ya ve, puede ocurrir que los chicos de López Caro reaccionen, Casillas vuelva a estar en él, y den la vuelta al marcador. Tendrían que marcar cinco goles de una tacada y los otros ninguno. Lo veo, a pesar del optimismo que me acredita, francamente difícil pero, ya digo, no imposible.

Parecía que con López Caro el Real Madrid de mis amores tenía "otra organización" como reconocía Víctor Muñoz, el míster del Zaragoza, y sin embargo a la hora de entrar a patinar les da lo mismo Luxemburgo que lo mismo les da López, ellos patinan y se quedan tan oreados. El otro día sus caras pasaban del susto a la sorpresa y de esta a la incredulidad. En eso la de Casillas era un poema. Estaba como abobado, por describirlo de alguna manera que no hiera sensibilidades. No sé si ya se habrá recuperado pero con ese hieratismo que puso de manifiesto a lo largo del encuentro no creo que haga nada en el partido de vuelta.

Ha sido terrible. Un baldón más en la más reciente historia del Real Madrid. Un equipo por los suelos, como por los suelos permanece su dignidad y el orgullo que en otro tiempo debió poseerlos. En fin. Hasta el partido de vuelta todo son conjeturas, esperanza y desconfianza a la vez. No tardaremos en saber si en el fútbol, los milagros son posibles.