Es más que una película un interesante documento sociológico que nos acerca la realidad de un país como Arabia Saudí totalmente ajeno al fenómeno cinematográfico que, además, ofrece la peculiaridad de ser el primer largometraje dirigido por una realizadora, Haifaa Al Mansour, en un país en el que las mujeres sufren una notable discriminación.

De ahí que se haya paseado por numerosos festivales, conquistando el premio Cinema Avvenire en el de Venecia, inaugurando Cinema Jove de Valencia y recibiendo trofeos en los de Friburgo, Palm Springs y Rotterdam. Es, sin duda, fruto merecido de la valentía de una cineasta que no solo ha testimoniado una realidad social más que sorprendente en nuestros días, sino que lo ha hecho con sensibilidad.

Y sin perder de vista que aunque la cinta desprenda, de forma deliberada, una cierta ingenuidad, se trata de una denuncia de considerable peso en un contexto como el que recrea. Tanto es así que provocó una gran polémica, generando numerosas protestas de las fuerzas vivas.

Con un reparto exclusivamente nutrido de nombres saudíes y un equipo técnico reforzado por profesionales alemanes, Al Mansour, que ya había dirigido tres cortos, ha logrado dotar de la estabilidad narrativa necesaria a una cinta que rezuma un encanto especial.

Esta es la historia de Wadjda, que es el título original, una niña de diez años muy despierta y precoz que vive en los suburbios de la capital, Riad, y que tiene la desgracia de encapricharse de una bicicleta en una sociedad en la que a las mujeres no se les permite montar en ellas.

De eso intenta convencerla su madre, que vive la soledad propia de buena parte de sus congéneres, marginadas por unos maridos que, aparte de obligarlas a vestir el burka por motivos que tienen que ver también con los celos, pueden disfrutar de más esposas.

A pesar de las presiones, que no llega a entender, y de las reprimendas que recibe en el colegio, Wadjda no renunciará a su gran ilusión, empezando una campaña personal para conseguir el dinero necesario y entregándose de lleno a un concurso escolar de recitado del Corán con un cuantioso premio en metálico.

Es un proceso elocuente que revela un estado de cosas realmente vejatorio, no solo por el tema de la bicicleta, también porque define el rol social que ocupa una mujer que vive en el marco de una realidad medieval.