La especialista Elena Alburquerque, durante su intervención en el congreso de academias. | Emilio Fraile

La Asociación de Castilla y León de Academias de Enseñanza (Aclacen) eligió la ciudad de Zamora para su congreso de constitución, bajo el lema “Trabajando por la educación”, que congregó a decenas de profesionales de toda la región, tanto de manera presencial —en una de las salas del Teatro Ramos Carrión— como telemática.

Con la presencia del director provincial de Educación, Fernando Prada, fue el presidente de la recientemente creada agrupación, el zamorano José María Pérez, quien dio la bienvenida a los asistentes y defendió el papel de las academias de enseñanza, tan duramente golpeadas durante el confinamiento. “Los padres confían en nosotros para mejorar el resultado académico de sus hijos”, subrayó, tendiendo la mano a la administración para caminar juntos hacia el éxito escolar de los estudiantes.

Con cerca de treinta años de experiencia en la educación, Marta Rubio tomó después la palabra para centrarse en “La labor educativa en las academias”, asegurando que estas “van de la mano de la educación formal y subsanan sus carencias” y añadiendo que los profesores que trabajan en estos centros son “profesionales de la enseñanza”. La gran ventaja con la que cuentan es que son capaces de personalizar proyectos educativos. “La administración no ha sabido tratar los problemas personales, porque tiende a homogeneizar y no todos aprenden de la misma forma”, razonó.

Recursos pedagógicos, psicológicos e incluso sociales son las herramientas con las que cuentan las academias. “Estamos en el mismo mercado que la educación formal”, aseguró. “Formamos parte del tablero educativo y la administración nos necesita para acabar con el fracaso escolar”, finalizó.

Especial labor también hacen estos centros con los niños que tienen necesidades educativas especiales —desde autismo hasta discapacidad visual, trastornos graves de conducta, discapacidad física o incluso altas capacidades—, como explicó la experta Elena Alburquerque en su intervención. Para ello, lo primordial es poder hacer una detección del problema a tiempo, algo que facilita el disponer de un informe médico, “porque evitará el largo proceso que supone depender de la valoración del centro educativo”, alertó. El siguiente paso es la identificación de la situación con una evaluación psicopedagógica. “La detección precoz es muy importante, porque favorece la integración e inclusión en el aula. Si no se les identifica, entran en la rueda social, se les homogeneiza y ellos aprenden a disimular y ocultar esa faceta”, argumentó.

Para estos alumnos hay que tener unas consideraciones especiales que pasan por una adaptación curricular, la flexibilización de horarios o sesiones de pedagogía terapéutica y audición y lenguaje, además de contar con el apoyo del orientador del centro escolar.

Es entonces cuando, según Alburquerque, entran en juego las academias de enseñanza. “Somos vitales, porque contamos con personal cualificado en constante formación; tenemos un contacto directo con las familias, ya que le contamos cómo está yendo el día a día y su evolución; disponemos de un horario flexible, no solo de mañana; fomentamos la atención personalizada, en vez de trabajar en grupos, y disponemos de espacios apropiados con mayores recursos”, enumeró. Para la ponente, las academias se convierten en una “tirita” para los padres de estos niños. “Les damos tranquilidad, porque existe un nexo muy fuerte con ellos”, aseguró, sin olvidar que hay que añadir a todo esto un contacto directo con los centros educativos. “Ambos queremos lo mejor para los alumnos”, remarcó.

Los retos ante el COVID-19 y la lucha contra el intrusismo laboral fueron otros de los temas imprescindibles que se trataron en esta jornada, que también otorgó tiempo para el ocio, la gastronomía y la posibilidad de conocer la ciudad por parte de los participantes con una visita turística como colofón.