Katy, una pequeña localidad de 20.000 habitantes al oeste de Houston, es el destino de Carla Vaquero Sanz, quien este año deja atrás su colegio de San Vicente de Paúl, en Benavente, para cursar 1º de Bachillerato en Estados Unidos gracias a una beca de la Fundación Amancio Ortega. En su nuevo instituto, Obra D. Tompkins, comparte su día a día con 4.000 alumnos.

"La principal diferencia con España es la gran oferta académica", subraya la estudiante. No teniendo que limitarse a los campos de ciencias, humanidades, sociales o arte, se le da la opción de cursar asignaturas muy diferentes. "Puedes formar parte de los equipos del instituto como beisbol o natación, elegir orquesta o banda, estar en el equipo de animadoras, estudiar cocina, diseño, animación, teatro, producción, escultura o lenguaje de signos", pone como ejemplos. La zamorana tuvo que escoger entre un catálogo de más de 250 materias.

"Se podría decir que en Estados Unidos, además, se apuesta por una mayor especialización en los contenidos dentro de cada asignatura, mientras que en España se enseñan de manera general", analiza. "Otra de las grandes diferencias es el gran sentido de comunidad que se tiene en el instituto, que es considerado como un lugar de socialización. Todo el mundo apoya a cada una de las distintas organizaciones, equipos o clubs", añade, al tiempo que destaca que los libros allí han dado paso a unas aulas más digitalizadas. "La manera de evaluar es también distinta. Aquí se hacen muchos más exámenes y proyectos y el año escolar se divide en dos semestres", explica.

En estos primeros meses está disfrutando "de asignaturas tan diferentes como coro o atletismo y aprendiendo mucho sobre la vida americana, su gastronomía, sus deportes o su música", enumera.

Especialmente agradecida está con su familia de acogida, un matrimonio sin hijos a quien le encanta enseñarle cosas nuevas. "Siempre me dicen que ellos también están aprendiendo de esta experiencia, porque les está ayudando a ver su cultura desde un punto de vista diferente, desde los ojos de una chica de España que nunca ha estado antes. Me siento muy afortunada de poder compartir esta experiencia con ellos", subraya.

De lo primero que se dio cuenta al pisar suelo americano fue de que el inglés que había aprendido en el colegio es muy distinto al que se utiliza en el día a día. "En el instituto, con la familia y amigos se habla de forma coloquial e informal, con expresiones y contracciones con las que al paso del tiempo te acabas acostumbrando", apunta. Un vocabulario que se está volviendo más rico también gracias a algunas asignaturas como las de ciencias, "cargadas de tecnicismos", apunta.

Sobre la acogida de los alumnos, Carla destaca su amabilidad. "Pero a la hora de hacer amigos tienes que tener en cuenta que ellos ya tienen su vida y que eres tú quien debe hacer un esfuerzo y poner de tu parte para entablar relaciones", aconseja. La zamorana no es la única extranjera en el centro y junto con dos estudiantes italianos y otro dos de Dinamarca ha hecho una buena pandilla.

Ejerce sin problema como embajadora de España en Houston. "Están muy interesados en nuestro país, aunque conocen mucho menos de lo que nosotros sabemos de América", reconoce. "Les hablo de mí, de cómo es mi tierra y la zona en la que vivo, nuestras costumbres e historia y se muestran muy interesados", afirma.

"Esta experiencia me está ayudando a crecer como persona, a apreciar todo lo que tienes, porque tu vida cambia por completo. Te abre la mente de una manera increíble, te enseña que en el mundo hay gente muy diferente, que todos venimos de lugares distintos y podemos tener ideas muy, muy diferentes. Creo que es algo muy importante y valioso", recalca.

Aunque reconoce que los más duro de este curso es estar diez meses sin poder ver a familia y amigos, recomienda la experiencia sin dudarlo. "Es una oportunidad única para poder conocer una cultura totalmente diferente, descubrir un montón de lugares que se te quedarán siempre en la memoria y construir lazos con personas que no vas a olvidar".