Está descubriendo Canadá al tiempo que disfruta de una de las becas de estudio de la Fundación Amancio Ortega. Sonia Celestino cursa este año 1º de Bachillerato en un instituto de Vernon, en Columbia Británica, lejos de su colegio Virgen de la Vega, en Benavente. “La mayor diferencia entre ambos es la diversidad de personas, aquí no tienes un grupo preestablecido de compañeros con el que compartes la gran mayoría de tu tiempo, sino que para cada asignatura tienes un aula diferente”, compara. El sistema educativo también es muy diferente. “No tienen nada que ver. Cada uno elige las asignaturas que más le convengan para el futuro, pero no tienes una barrera que separe letras y ciencias, puedes hacer mezclas”, explica.

Su día a día es bastante “mecánico”, según reconoce. “Los primeros días sí estaba más pendiente de a qué clase tenía que ir, de dónde se encontraban las cosas o a quién debía preguntar. Pero una vez que ya manejas todo eso, se vuelve una rutina”, apunta.

Al instituto acude cada día con su compañera internacional, de Noruega, quien, como ella, cursa este año en Canadá y con la que comparte familia de acogida. “Es bastante completa, tengo dos hermanas pequeñas, además de mi compañera. Y nuestros padres de acogida nos llevan habitualmente a visitar paisajes, sobre todo de zona de montaña”, agradece. Unas excursiones que compagina en su tiempo libre con la piscina, el “snow showing” -caminar por la nieve- o el patinaje sobre hielo. “Estoy disfrutando mucho del día a día”, sonríe.

Junto a su compañera noruega, su grupo de conocidos parece una torre de Babel. “Hice amigos bastante rápido, aunque es cierto que la mayoría son internacionales también, ya que tenemos un programa aquí que cada cierto tiempo nos organiza actividades, así que es fácil acercarse al resto; a fin de cuentas, están en la misma situación que tú”, justifica. En su instituto, por ejemplo, hay cerca de setenta alumnos extranjeros, como la benaventana. Y tanto ellos como los canadienses, se interesan sobre la vida en España. “A todos nos gusta aprender cosas nuevas y como todos tenemos experiencias propias que podemos aportar, cuando les hablo de España y de nuestras costumbres, les gusta, porque es algo a lo que no están acostumbrados, así que les parece muy interesante”, señala.

Sobre el aprendizaje del idioma, Sonia reconoce que lo va “perfeccionando día a día” gracias a la inmersión total en la que se desenvuelve. “Lo mejor es intentar expresarte, aunque lo hagas mal. Aquí están todos tan acostumbrados a tratar con gente extranjera que ya cuentan con hablar más despacio, o comprender que igual tienen que repetir algo, porque no todos les entienden. Así que tú mismo te das cuenta de que, poco a poco, has ido mejorando”, asegura.

En este sentido, más que a la lengua, a lo que le ha costado acostumbrarse es al horario. “Aquí tienen un ritmo de vida diferente, ya que anochece muy pronto, por lo que todas las actividades comienzan a hacerlas temprano”, explica. Esta experiencia le está aportando “mucho conocimiento global. La mayoría de mis amigas aquí son internacionales también, así que puedo aprender no solo una cultura, sino otras muchas cosas”, valora. Y es que en sus conversaciones tienen cabida temas como el sistema educativo, la gastronomía, la religión “e incluso comportamientos sociales”, añade, “con lo que te das cuenta de las grandes diferencias que hay entre los países”, afirma.

Por todo ello, no duda en aconsejar el estudiar para disfrutar de esta vivencia en el extranjero. “El lugar en el que estoy no es más grande que Zamora, con lo que no tendrían un choque cultural tan grande como si fueras a una de las ciudades más pobladas”, compara. “Venir aquí es tomarse un respiro también, disfrutar de más cosas que solo aprender a nivel educativo, todo lo que pueda aportarte algo bueno, ya sea socializar, desenvolverse con otro idioma, incluso aprender a estar lejos de tu familia y amigos. Esto va a hacer que en un futuro tengas más posibilidades de éxito”, finaliza.