La ansiedad es una emoción que nos pone en alerta ante una situación novedosa o amenazante. Esta emoción es una reacción adecuada, ya que nos permite poner en marcha nuestros recursos para afrontar lo que consideramos negativo y emplear la energía necesaria a fin de obtener los resultados que nos favorecen. Pero esta reacción natural de ansiedad puede verse alterada y llegar a convertirse en un problema si se expresa de manera muy intensa y aparece en forma de preocupación excesiva y pérdida de capacidad de afrontamiento de distintas situaciones que la persona afectada va a tender a evitar.

De este modo, una emoción que en principio nos permite adaptarnos a las demandas del ambiente se convierte en un inconveniente que nos desborda y genera impedimentos en la vida diaria. La ansiedad aparece muy temprano en nuestras vidas, podemos reconocerla en el niño de pocos meses que sorprende a los padres porque comienza a "extrañar" a los demás. En realidad, el bebé está mostrando signos de ansiedad al separarse de su cuidador principal y esto es bueno, porque asegura su protección.

A lo largo de la niñez y la adolescencia, la ansiedad seguirá estando como una emoción que cumple la función de favorecer la adaptación, pero en algunos casos se va a convertir en un problema si las situaciones a afrontar superan la capacidad de respuesta del niño. Los trastornos de ansiedad se han convertid o en uno de los motivos más frecuentes de consulta de niños y adolescentes.

Cuando la ansiedad es excesiva, va a tener repercusiones en el ámbito escolar y en las relaciones del niño con su entorno, ya que aparecerán dificultades como inquietud, inseguridad o dificultades para concentrarse. Pero la ansiedad no solo se hace visible en la conducta o en la expresión emocional, con frecuencia también hay una repercusión física en forma de dolores de cabeza o de estómago, náuseas, tics, sensación de presión en el pecho o falta de aire, mareos y dificultades en el sueño.

En algunos casos, la ansiedad va a surgir en las interacciones personales, con una falta de integración y de relaciones fluidas con el grupo que promoverá que el niño o el adolescente rechace situaciones que implican contacto social, lo que influirá de manera notoria en su bienestar emocional. Una forma de ansiedad muy común en la edad escolar es la ansiedad ante los exámenes, presente en los estudiantes que, pese a un gran esfuerzo, no llegan a s uperar las demandas académicas. Pero también se da en niños muy perfeccionistas y exigentes consigo mismos, que generan a una gran ansiedad para responder a las expectativas.

Las expresiones de ansiedad pueden comenzar de forma gradual o también revelarse como algo repentino que se puede relacionar con una circunstancia que parece haber puesto de manifiesto lo que, con toda probabilidad, llevaba tiempo gestándose. Las señales que indican la presencia de ansiedad varían en función de la edad del niño. En los más pequeños se presenta algún dolor que no encuentra explicación médica, tiene alteraciones del sueño o pesadillas, lloro desproporcionado y sin causa aparente, pérdida de apetito, irritabilidad y un gran malestar al separarse de los padres. Los niños más mayores y adolescentes expresan sentir presión en el pecho, presentan dificultades de atención y memo- ria en tareas escolares, alteraciones en la alimentación y sensación de angustia. Con la ansiedad intensa también aparecen miedos irracionales y evitación de situaciones. En cualquier caso, hay que estar atentos a las distintas señales, ya que puede haber un cambio lento y progresivo, pero siempre habrá indicadores que revelan que algo no va bien y que permiten intervenir cuanto antes