Una mujer de armas tomar y trabajadora como ella sola. Paulina Gallego Flechoso se ha ganado con el esfuerzo de toda una vida el premio eWoman Zamora 2022 en la categoría de “Mujer rural”. Agricultora, ganadera y madre, cuidaba el negocio familiar y criaba a la prole sola mientras su marido trabajaba en Alemania. Y aún hoy, aunque la salud no le permite realizar trabajos físicos, sigue siendo la piedra angular de la explotación a la que han dado continuidad sus hijos.

Cuando tenía 26 años, el padre de Paulina murió prematuramente y ella no dudó en hacerse cargo de las tierras que él labraba. Fue la primera mujer de su pueblo, Flores de Aliste, en subirse a un tractor, “y hasta hoy la única”, añade la propia Paulina Gallego. Reconoce que a sus paisanos les sorprendía verla en esa posición, pero Paulina siempre ha sabido que si ella se lo propone, no hay nada que no pueda hacer. “Ya le decía yo a mi marido: Cállate, que los hombres no valéis para nada, yo he parido a los rapaces, ¿y tú que has hecho?”.

A Paulina no hay tarea del campo que no se le resista, aunque el cliché diga que no son cosas de mujeres. “Lo mismo te despieza un cerdo que te sacrifica un concejo, mi madre lo hace todo. Y cuando algo no lo sabe, lo aprende, ha sido así toda la vida”, cuenta sobre ella su hijo Eugenio.

Paulina Gallego tras recibir su premio de manos del presidente de la Diputación, Francisco Requejo. ANA BURRIEZA

Así, durante muchísimos años araba las tierras para sembrar cereal, en verano se centraba en el pepinillo y la guindilla –dos cultivos muy generalizados en Aliste por esa época–, y cuidaba y ordeñaba a la media docena de vacas que tenía la familia. Al mismo tiempo fue criando a sus dos hijos, Eugenio y Pablo, con la valiosa ayuda de su madre. Y en temporada de setas aún sacaba tiempo para ir a ganarse un sueldo extra en una envasadora de la comarca.

Su marido emigró al poco tiempo de casados a Alemania, donde pasó la mayor parte de su vida laboral. “Venía dos veces al año, en Navidad y en agosto, a mi hijo Eugenio no lo conoció hasta que no tuvo dos meses”, recuerda Paulina.

Pero el espíritu emprendedor de esta alistana la empujaba a querer hacer cosas nuevas e ir incrementando el patrimonio familiar. “Fue idea mía montar el primer cebadero”, advierte. “Senté a mi marido para echar cuentas de cuánto ganaba en Alemania, cuánto nos sobraba y cuánto podíamos invertir”.

En esa época sus hijos eran adolescentes y estudiaban en Zamora, “pero los fines de semana los ponía a hacer conmigo los cimientos de la nave del cebadero”. Literalmente, esta familia ha levantado con sus manos todo lo que tienen, fruto del esfuerzo de todos y del carácter aguerrido, diligente, audaz e incansable de la matriarca,

Paulina Gallego posa con su premio. ANA BURRIEZA

En 1999 consiguió abrir el primer cebadero integrado en Cobadu, y añadió el cuidado de los cerdos a sus tareas, mientras continuaba con las labores de la agricultura.

“Los cerdos dan trabajo, pero es un trabajo que se lleva bien. Animaría a los jóvenes que consideren dedicarse a la ganadería, porque muchas veces ganarían más dinero que en los puestos a los que acceden cuando estudian”, defiende la ganadera alistana.

La granja daba suficiente como para ir reinvirtiendo dinero. Y es que a los pocos años abrieron un segundo cebadero, y otro... ya van por las 4.000 cabezas repartidas en varias naves en Flores de Aliste, y están a la espera de los permisos para abrir otra con 2.000 plazas más. “Si yo vivo, mis hijos no se pueden echar para atrás, tienen que hacerla”, asevera firme la madre de Eugenio y Pablo.

A su marido tampoco le han faltado las ganas de trabajar ni en emprender. Aprovechó sus años en Alemania para empezar a importar coches del país germano, uno de los primeros en hacerlo en toda Castilla y León.

Paulina Gallego acompañada de su hijo Eugenio. ANA BURRIEZA

Los años fueron pasado, y la cabaña ganadera de Paulina fue creciendo. Y ella siguió trabajando y trabajando hasta hace poco más de un año, cuando un problema de salud se lo impidió. Los cebaderos siguen funcionando viento en popa, ahora gracias a sus dos hijos. Ambos estudiaron y probaron lo que es la vida profesional en una ciudad, pero acabaron tomando la decisión de regresar a Flores y dedicarse a la ganadería junto a su madre, “que era la que mandaba”, asegura su hijo Eugenio.

“Y sigo mandando”, replica ella, dejando claro que aunque ya no se pueda subir al tractor sí puede vigilar el funcionamiento de la explotación que ella sacó adelante.

Y es que Paulina tiene claro que en la vida lo más importante son “las ganas” de hacer las cosas, y eso, a ella, le sobra. Cree que si hoy en día no hay tantos jóvenes que se queden en el pueblo a trabajar el campo y la ganadería es por el sacrificio que el oficio exige: “faltan más cosas, pero también faltan ganas de trabajar”, afirma convencida.

Uno de sus mayores orgullos en la vida es ver cómo sigue creciendo el negocio de los cebaderos de cerdos que ella misma levantó de la nada, y ver cómo hoy en día siguen dando de comer a las siguientes generaciones de su familia, con sus dos hijos trabajando unidos en la explotación.

Ella ha pasado toda una vida trabajando, desde bien joven y hasta que ha conservado fuerza física. Por eso, para ella recibir el premio eWoman Zamora “Mujer Rural” supone “mucha alegría, y más después de los problemas de salud he que pasado. Lo que pido en la vida es salud, dinero no me hace falta”, en sus propias palabras.