Ya están aquí-iiiiii. No se trata de los espíritus malignos que se manifiestan a través de la emisión estática del televisor en la película “Poltergeist”, de cuya presencia nos advierte la pequeña Carol Anne Freelings con su inquietante vocecita. Hablamos de los futboleros que se aparecen en nuestros salones y bares (cuando vuelvan) y nos aterrorizan con su presencia mientras intentan llevarnos a otra dimensión donde futbolistas como Messi se transforman en reliquias de un tiempo muy lejano, muertos vivientes que se mueven por el terreno de juego como un zombi en una película de serie B, no-muertos que chupan la sangre de sus clubes con intención de vivir para siempre. Ya están aquí-iiiiii. Tenían que llegar.

Resulta que Messi, según esos espíritus, no solo es un pasota que vive del pasado, sino que es un futbolista sobrevalorado que no puede comer en la misma mesa de Pelé, Maradona o Cruyff y que debe su fama a la mágica coincidencia con Iniesta y Xavi en el gran Barça de Guardiola. Messi hizo un mal partido la semana pasada en Cádiz, y uno mediocre ante la Juventus en Liga de Campeones. Cierto. Esta temporada, de momento, no está fino, no marca tantos goles, no da tantas asistencias y no construye castillos en el aire para que el Barça viva creyendo que todo es posible. De acuerdo. Messi está triste. Pues vale. Quiso irse en el verano, y puede que se vaya en enero, o en la próxima temporada, o cuando algún equipo le pague lo que pide su padre. Ya. Pero el Barça debería procurar que el fin de Messi en el Camp Nou no se convierta en una película de terror con fenómenos paranormales que hacen que los números de Messi se muevan de sitio y que tantos años de gloria futbolística se pierdan en el tiempo como lágrimas en la lluvia. El Barça está muy cerca de hacer con Messi lo que Roma hizo con Escipión el Africano, el vencedor de Aníbal

En la película “Escipión, el Africano”, el general Escipión (interpretado por Marcello Mastroianni) es acusado de robar un dinero que por el camino de Siria a Roma se había perdido por algún vericueto. Sabiéndose vencido, viejo y olvidado, y con eso que el poeta Ángel González llama “la enloquecida fuerza del desaliento”, Escipión se autoinculpa ante el Senado, y en tono altivo y prepotente dice: “Senado, yo os regalé una provincia. ¿Y qué me disteis a cambio? Una corona de laurel, una fruslería”. Todos piden clemencia para Escipión y el general que derrotó a los cartagineses se va definitivamente de Roma. Al alejarse, pronuncia la famosa frase: “Ingrata patria, no tendrás mis huesos”. Son las palabras que Escipión ordenó colocar como epitafio en su tumba: “Patria ingrata, no posees ni siquiera mis huesos”. Las acusaciones futbolísticas contra Messi no son muy diferentes de las que tuvo que defenderse Escipión porque a Messi se le acusa de robar el futuro del Barça obligándole a hipotecar el presente. Pero Messi regaló al Barça algo más que una provincia, del mismo modo que recibió por ello mucho más que una corona de laurel en forma de Balones de Oro. Puede que Messi abandone el Barça y el Camp Nou como Escipión abandonó Roma y, al alejarse con dirección al PSG o el Manchester City, diga: “Club ingrato, no tendrás mis huesos”.

Qué triste, la muerte de Escipión lejos de Roma. Qué triste, la posible retirada de Messi lejos del Camp Nou. Qué tristes, los huesos sin patria futbolística.