El triatleta granadino Álvaro Manzano representa un ejemplo de superación y solidaridad. Ni siquiera la pandemia ha podido frenar su ilusión de ayudar a los más necesitados a través de su pasión. El deportista llega este sábado a Villardeciervos para realizar la octava prueba de su reto “12 Ironman en 12 meses”.

—¿Por qué has elegido Villardeciervos para tu siguiente paso?

—Antonio Gadea, uno de los colaboradores del reto, me habló muy bien del lugar, me enseñó fotos, y me encantó. Villardeciervos es fantástico, tiene muy buenas vistas y el trato de la gente es excepcional.

—¿De dónde surgió la idea de utilizar el deporte que te gusta para ayudar a otras personas?

—Mi entrenador Julián siempre hace retos solidarios. Este año, me propuso que lo acompañara en este desafío, con la mala suerte de que él sufrió una lesión y me quedé solo a los mandos. El objetivo es divertirnos, conocer otros lugares de España y concienciar a la gente de que un poquito de lo nuestro es mucho para gente que lo necesita como los refugiados de Lesbos. La gente lo está acogiendo muy bien, empezamos con cuatro dorsales y para este Ironman ya hay más de 35.

—Te tocó hacer cinco Ironman en un mes. ¿Qué supuso para ti este reto tanto física como mentalmente?

—El confinamiento provocó que solo pudiera hacer los dos primeros del año, por lo que me tocó apretar el calendario. Cuando finalizó el estado de alarma, por mi cabeza pasó la duda de si hacer dos Ironman al mes o realizar estos cinco de golpe. Al final me decanté por la segunda, y fue una verdadera locura. Aún no sé cómo era capaz de recuperar el cuerpo de una semana para otra. Creo que al final ha sido más el apoyo de la gente y las ganas de colaborar con la causa que por el físico.

—¿En qué piensas para seguir adelante cuando decaes físicamente?

—Utilizo mucho el truco de apoyarme en el ánimo de la gente y en mi propia fuerza mental. Cuando hago la carrera a pie, la parte más dura para mí, salgo a correr y no pienso que son 42 kilómetros, sino que voy poco a poco. Psicológicamente es muy duro hacer que tu cuerpo siga cuando no puedes más.

—¿Qué es lo más duro de ser triatleta?

—El estilo de vida. Hay que ser realista, yo no vivo del deporte y no estoy físicamente preparado para ello. Trabajo de mecánico a horario partido, tengo que dedicar tiempo a la familia, a la pareja... y sacar tiempo para todo es muy difícil. Es un sacrificio enorme, lo que pasa es que me gusta tanto... Ya sabes lo que dicen: sarna con gusto no pica.

—¿Cómo influyó el confinamiento en tu entrenamiento?

—Entrenaba en el “mini” gimnasio de mi casa. Un día hice un desafío solidario de 12 horas de ciclismo indoor en el rodillo de mi casa, donde llegué a hacer 500 kilómetros. Otra vez llegué incluso a realizar un triatlón en casa, nadando en la plancha de abdominales (ríe). La gente también participaba y nos mandaba sus vídeos, fue realmente bonito y divertido.