Una cosa es que ganar la Liga de Campeones sea el gran objetivo del Barça esta temporada, y otra cosa muy diferente es que la Liga de Campeones sea el único objetivo del Barça en esta temporada, convirtiendo a la Liga, la Copa y los sacrificios a los dioses del fútbol para que la vida futbolística de Busquets se alargue hasta el infinito y más allá en unas notas a pie de página de la obsesión por escuchar el himno de la Liga de Campeones en el estadio Metropolitano y no en el sofá. No sé, hay algo en la Liga de Campeones que chirría. Es un torneo tan enorme que ha conseguido que todos consideremos que es un fracaso no ganarlo, de forma que nada puede compensar una eliminación ante la Roma, por ejemplo, porque un doblete es calderilla comparado con el brillo de un título que lo ciega todo, desde la Liga a la Copa pasando por la Liga Europa, el Mundial de Clubes y, si me apuran, la Copa Mundial de Fútbol. La temporada pasada, el Barça arrasó en la Liga dejando a una incómoda (para los demás) distancia al segundo y al tercero, pero el resumen de la temporada se centra en que el Barça no ganó la Liga de Campeones y, además, fue incapaz de mantener la imbatibilidad en la Liga porque perdió un partido en la penúltima jornada, cuando ya era campeón. Por eso me chirría la machacona insistencia en hablar de la obsesión de Messi por conquistar la Liga de Campeones, como si esa competición fuera la medida de todas las cosas. Por eso me chirría que intenten convencernos de que Messi ha prometido a la afición culé que esta temporada, sí. Esta temporada seremos campeones de Europa o nada.

En la película "Grupo salvaje", Pike (interpretado por un espléndido William Holden) le dice a Dutch (un no menos espléndido Ernest Borgnine), que le recuerda que había dado su palabra, que lo que cuenta no es la palabra, sino a quién se la da uno. No es cinismo, sino realismo nada mágico en un mundo como en el que se mueven los nueve miembros de ese grupo salvaje. No sé si Messi dio verdaderamente su palabra a la afición culé de que el Barça ganaría esta temporada la Liga de Campeones, pero en este mundo cruel del fútbol no importa tanto la palabra como a quién se la da uno. La afición culé no existe, del mismo modo que no existe la afición de "Operación Triunfo" o del cine en versión original porque no hay nada más diferente a un culé que otro culé ni existe la indefinible condición de aficionado de "Operación triunfo". Otra cosa es que Messi haya dado su palabra al presidente del Barça, asociada a un aumento de la ficha. No es cinismo, sino realismo nada mágico. Si queremos magia, limitémonos a ver jugar a Messi.