El montañero zamorano Martín Ramos expuso ayer sus primeras impresiones tras su regreso del Annapurna, la montaña que califica como la más peligrosa que ha ascendido en su dilatada carrera; y lo hizo mostrando su gratitud al Ayuntamiento de Zamora, en la persona de la alcaldesa Rosa Valdeón, y a la empresa Rearasa ("Arquitectura en madera y piedra") que volvieron a ser sus apoyos en la que era su décimo segunda expedición al Himalaya. Martín no quiso entrar a valorar las circunstancias de la muerte de Tolo Calafat, reconoció que el montañismo cada vez está más vinculado al mundo mediático y volvió a mostrar su admiración por el que es su compañero, el médico asturiano Jorge Egocheaga.

«Quiero que mi voz signifique el orgullo, el reconocimiento y la felicitación de todos los zamoranos por tener entre los nuestros uno de los montañeros más internacionales que nos ha hecho vivir una aventura especial, porque se trata de un paso más en su andadura en la montaña, pero también una experiencia única, no solo por el fallecimiento de Tolo Calafat, sino por batir un récord más subiendo y bajando con la máxima velocidad como un deportista de elite —dijo Rosa Valdeón en la rueda de prensa convocada ayer—. Pero hay que reconocerle a él otra parte tan importante como es el ejemplo que significa para los niños y jóvenes, como ejemplo del esfuerzo en el deporte de lo que significa de disciplina, de responsabilidad, de trabajar en equipo, valores que en la vida normal son tan importantes», concluyó la alcaldesa.

«Me siento privilegiado por poder hacer una cosas como esta que no da frutos materiales. Y si puedo servir de ejemplo para los jóvenes y no tan jóvenes, de esfuerzo y sacrificio y de reto personal, pues encantado». Martín Ramos reconoce que «ha sido una expedición muy mediática por el fallecimiento de Tolo Calafat, compañero de Juanito Oiarzábal, pero al final, mi compañero, Jorge Egocheaga, y yo hicimos una ascensión muy bonita, muy rápida, muy a nuestra manera y ahí ha quedado el poso en los círculos montañeros. Nosotros hacemos las cosas como nos gusta hacerlas y los que las hacen de otra manera y se preocupan más de otras cosas que de hacer su propio reto, allá ellos, yo encantado».

La experiencia le ha dado pie a anunciar que «con 65 años no creo que ande todavía por los "ochomiles" pero, de momento, con cuarenta y alguno, veo que andamos muy bien y, mientras el cuerpo ande bien, seguro que seguiremos intentando ascender más montañas».

Ramos no quiso entrar a valorar la muerte de Tolo Calafat: «Me gustaría hablar de mi Annapurna», aunque señaló: «estamos a siete mil metros, bajamos de una cumbre de ocho mil y hay muchísimas circunstancias que se dan allí arriba, por diferentes motivos. Yo acabo de llegar a Zamora y sé que ha habido trascendencia mediática enorme por un fallecimiento. Lo hemos vivido muy de cerca, era amigo de Jorge, pero estábamos en el campo base y no se pudo hacer nada. Prefiero hablar de mi ascensión».

«He estado ya en nueve "ochomiles" diferentes —añadió Martín Ramos— y de esos nueve, es el más peligroso. Es el primero en el que he sentido miedo. Sufrimos una avalancha de bloques de hielo, me temblaban las piernas y a todos los demás que estábamos allí. Los que están en la carrera de los catorce suelen dejarlo para el final como Juanito Oiarzábal, que fue el último que hizo; el portugués Joao García los ha terminado allí hace unas semanas, la coreana ha sido el último también que ha subido. Nadie quiere ir al Annapurna pero los que están en los catorce tienen que terminar yendo. No es de las montañas más altas pero sí de las más peligrosas, aunque en el caso de Tolo Calafat, la muerte no se produjo por la peligrosidad de la montaña, sino por agotamiento puro y duro, que le podría haber podido ocurrir en cualquier otra montaña».

Martín vivió los instantes más dramáticos de su carrera como himalayista: «Fue una avalancha. Se rompió un serac (masa de hielo) próximo. Estábamos haciendo las plataformas para montar las tiendas y, de repente comenzaron a pasar bloques de hielo por encima de nuestras cabezas. Nos agachamos para cubrirnos, a Xabi Arias le golpeó un bloque y tuvo que regresar a España. En ese momento piensas que es una avalancha de hielo pero que luego vendría la nieve que te iba a cubrir completamente. Son de esas cosas que pasan muy deprisa, como en un accidente de tráfico. En muy pocos segundos eres consciente de dónde estás y qué está ocurriendo. Yo me quedé agarrado a la pala de aluminio con la que estaba cavando la plataforma para montar la tienda y pensando en no soltarla por si tenía que desenterrarme cuando estuviera cubierto por la nieve. Son segundos muy rápidos pero éramos conscientes de lo que nos estaba pasando. Y cuando todo se para y no viene la nieve, hay un momento… Por ejemplo, Tolo estaba muy nervioso porque acabábamos de atravesar una situación que no pasó nada pero que te hace pensar mucho».

En el ataque final a la cumbre, Ramos y Egocheaga llevaron la iniciativa de toda la comitiva de montañeros que querían hacer cumbre aquel 27 de abril: «Salimos del campo 4 y los coreanos con Mis Oh tomaron la iniciativa en torno a las 00.30 horas, porque era la principal interesada en ese día hacer cumbre y ser la primera mujer en terminar los catorce "ochomiles". Jorge y yo salimos los últimos porque era una procesión que no se movía casi. Comenzaron a abrir huella los coreanos con sus sherpas y dos cámaras de televisión. A las 4.30 ya había luz y uno de los sherpas pide que pase alguien a abrir huella. Nos pusimos en cabeza porque no íbamos a nuestro ritmo y además nos lo estaban pidiendo. Se puso Jorge en cabeza y yo detrás de él. Y ya fuimos totalmente al margen del resto. Al poco tiempo miramos hacia atrás y nos dimos cuenta de que ya estábamos muy alejados. Nos sorprendió porque, el que va por detrás, se encuentra la huella abierta y, lógicamente, lo tiene más fácil. Pero en muy poco tiempo nosotros ya estábamos muy para arriba. Nos olvidamos y nos dedicamos a lo nuestro. Cuanto tú puedes, no dependes de nadie. Y somos los primeros del día en coronar con el rumano Horia Colibasanu. Llegamos a una buena hora a las 11.00 de la mañana y pronto iniciamos el descenso. Los siguientes fueron la coreana, a las 3 de la tarde, y Juanito Oiarzábal y Carlos Pauner llegaron sobre las 4. A esas horas, nosotros estábamos ya en el campo 2 de regreso».

«La cumbre es una arista, el punto más alto es un merengue de nieve al que no te puedes subir porque es una estructura que se puede romper en cualquier momento. Nos hicimos cuatro fotos muy rápido, soplaba muchísimo viento y no estuvimos más de dos minutos en la cumbre», añadió en su narración.

Martín Ramos subrayó que para la cordada de Oiarzábal «era muy tarde. En un "ochomil" no debes hacer cumbre a las cuatro de la tarde porque supone que llevas más de doce horas de esfuerzo ascendiendo y que luego lo vas a pagar en la bajada, Juanito y Carlos llegaron al campo 4 físicamente muertos a las tantas de la noche y el resto, en las mismas condiciones. Te arriesgas a que determinadas personas no calculen bien sus reservas energéticas y que llegue un momento en que no puedan continuar. Habían cumplido quince horas de ascensión pero ahí no termina la montaña, la montaña termina cuando regresas al campo 4 y luego al base. Ellos llegaron casi 24 horas después al campo 4 en unas condiciones que se puede imaginar cualquiera».

Tal vez si el último campo se hubiera montado un poco más arriba, no hubiera pasado nada: «Cada uno tiene que valorar dónde montar el campo 4 porque la montaña no es dar un paseo por los Tres Arboles. No puedo hablar de lo que hicieron los demás».

Y en su habitual tono de humildad, el montañero zamorano resalta el mérito de su vertiginosa ascensión-descenso que muy pocos montañeros son capaces de realizar: «La gente ha visto lo que hacemos, pero hoy cada uno destaca el valor de lo que él hace. En las páginas web de otros montañeros no nos habréis visto mencionar mucho. El día de cumbre os enterasteis de que habían hecho cumbre casi todos, pero de Martín y Jorge no aparecía nada por ninguna parte. Es este un mundillo de intereses mediáticos y económicos porque esta gente vive de esto. No comentan lo que hacen otras personas porque "yo tengo que vender lo mío, tengo que vender mi producto y si hay otro al lado que es mejor que el mío, no puedo hablar de él". Nosotros lo hacemos por nosotros, soy un privilegiado de poder hacer lo que me gusta. Es un privilegio poder ir detrás de Jorge en las montañas y ahí lo dejamos. Si yo viviera de esto, a lo mejor necesitaba ser más "chulito", tendría que vender mi producto, pero no es el caso», añadió aunque sí reconoce que en el mundillo montañero se les respeta: «Otros compañeros han hablado muy bien de lo que hemos hecho. La gente que está allí sabe lo que hay», asegura.

De la «carrera de los ochomiles» no quiere ni hablar: «Hay catorce pero si mañana me llama Jorge para hacer otra ruta en el Annapurna, pues volvería. Hay que tener la cabeza en su sitio. Plantearme ir a por los catorce sería disponer de un patrocinador con 35.000 euros. Pediría una excedencia en el Cuerpo de Bomberos y, encantado, me dedicaría. Pero para eso hace falta una tranquilidad económica y mental que no tengo. Mi primera expedición fue en el 97, han pasado 13 años en los que he ido a nueve "ochomiles" y algunos no he podido coronarlos porque me tenía que venir a reincorporarme al trabajo. Jorge me llamó en febrero para ir al Annapurna pero, si me hubiera planteado repetir otro, pues iría igual. Lo que quiero es subir montañas y, si es con un buen amigo, mejor. Los catorce no son mi objetivo».

Ramos comprende la situación por la que pasó Egocheaga cuando decidió acudir al rescate de Tolo Calafat quien había pedido que subiera a ayudarle: «Ya había protagonizado episodios muy valientes porque es una persona con una capacidad física extraordinaria. Una de las cosa que pidió Tolo cuando se paró fue que subiera él a buscarle. Ha hecho cosas impresionantes como, después de subir un "ochomil", a la mañana siguiente se pone las botas y vuelve a subir casi hasta arriba para rescatar a personas. Lo ha hecho ya en un par de ocasiones. Todavía antesdeayer, en Madrid, estaba dándole vueltas a lo que ocurrió con Tolo y me llegó a plantear: "me voy a tener que quedar siempre en el campo 4 hasta que bajen todos". Pero nosotros hicimos nuestro planteamiento, lo que sucedió con Tolo en otras circunstancias no habría ocurrido. Le pedí que valorase esta expedición sin tener en cuenta lo de Tolo, y él asegura que no puede separar una cosa de la otra. Estaba hecho polvo. Yo estoy feliz y contento porque no soy Jorge Egocheaga y tienes que apartarte de eso, no darle más vueltas. Es lo que es. Forma parte del juego en la montaña».

Por último, y ya en el plano anecdótico, Martín narró la situación que se plantó en el campo base con la llegada de la coreana Oh Eun-sun: «Llevaba una infraestructura de televisión impresionante. Habían contratado un satélite para emitir en directo la ascensión durante ocho horas. Se habló de cinco millones de euros de presupuesto. La cantidad de aparatos que había allí: estudios diversos, ingenieros de sonido, generadores de electricidad, técnicos… Hicimos cumbre el martes 27, y los de la tele le decían que tenía que ser el día 25 y ella misma se daba cuenta de que era imposible por el mal tiempo y no pudieron pasar del campo 1 ese día. Tuvieron que aplazarlo finalmente al día 27. Juanito decía que no había visto jamás cosa igual en un campo base, más de cien personas a su disposición».