Muere Miguel Delibes dejando este paisaje nuestro, castellano y austero, de horizontes infinitos y océanos amarillos de cereal, más huérfano de sílabas. Este prolífico escritor quiso que se le reconociera, más que por su obra, por su pasar, casi de puntillas, haciendo el bien por la geografía de la vida humana, por su ejemplar comportamiento con los otros, por su bonhomía. Este hombre independiente que siempre estuvo al lado de los perdedores como lo fueron tantos personajes de sus inolvidables novelas, gran parte de ellas llevadas al cine o al teatro; «Los santos inocentes», «Las ratas», «El disputado voto del señor Cayo» o «Cinco horas con Mario», por citar algunas.

Delibes supo darle una dimensión ética a su narrativa, en perfecta alianza y conjunción con su estética literaria. Supo encajar esa pequeña patria del corazón, escenario de sus obras, dentro de otra patria mayor, la de nuestra Iberia peninsular. La de nuestro noroeste, resignado y silencioso. Remitiéndonos a un territorio de la Castilla más noventayochesca, de idílica visión, que él contribuyó con su escritura a desmitificar, presentando su otra realidad en una constante elegía narrativa, por un espacio habitado por seres que viven a la intemperie del desamparo y de la opresión como refleja en más de uno de sus libros.

En relación con otro gran autor portugués Miguel Torga, (a los que yo siempre he comparado, no sólo por ser coetáneos, sino por su literatura y su pensamiento) también fue cazador y defensor a ultranza del mundo de la naturaleza y de la ecología. Ambos dos dieron a sus respectivos lugares de creación, Valladolid (Castilla y León) y Sao Martinho de Anta (Tras os Montes) una categoría artística y universal a través de sus fecundas obras.

«Lo universal es lo local sin paredes» esas palabras que Miguel Torga en más de una ocasión defendió como razón íntima de su existencia, ese territorio trasmontano al igual que para Delibes nuestra región castellano-leonesa, con todo lo que este trozo del mundo encierra de crueldad y de belleza. Los dos escritores airearon el drama de sus paisajes rurales a través de una prosa certera, fluida y trasparente, sin retórica ni artificios, conservando el verdadero lenguaje del pueblo con su riqueza expresiva.

De la mano estos dos grandes autores, eternos candidatos a Premio Nobel, Delibes y Torga, dignificaron con su universo literario el habla campesina y rural de sus personajes, conservándolo entre sus páginas como un tesoro en el tiempo, el léxico y la sintaxis de un lenguaje popular, que el vértigo de los días y la era de las prisas y la tecnología, va borrando.